martes, 9 de marzo de 2010

Quien pudiera...

Poema que nace de oír:


"Una canción para la Magdalena".

Joaquin Sabina.


Ay señora, quien pudiera tener.

Quien la quiera y la nombre como ese poeta de voz rasgada.

De sonrisa fresca.

De sueños rotos en copas.

Que se reinventan en arenas del tiempo.


A mi… denme de esos tragos de luna una vez mas.

Que mi corazón se sangra siempre del mismo costado.


Por que las espinas siempre se hunden.

Y luego circulan punzando el recorrido de mis venas.

Por eso algunas veces me duele en el rostro.

En el pecho, o en los labios.


El amor me presta alas.

Pero a veces me las cobra de mis errores.


Errores humanos.


Permíteme ser la diosa de los milagros.

La que camina descalza y salta tejados.

La que arquea la columna sobre tu cuerpo.

Y arquea su alma a tus labios.


En esta casa las paredes se me caen.

Cuando las oigo, blancas de tristezas.

Tristezas viejas.


Que se desprenden como fantasmas, desde mis ojos.

Desde mis dolores con forma de gusanos.

Que me devoran viva a veces.

Tienen tanta ansiedad de mi carne.

Que no esperan a que mis ojos bajen por última vez.


Olvida estos versos de dolores.


Aprendo de la rutina.

Y de la tradición de mis actos.

Que los versos tristes, no llevan ni miel, ni azúcar.

Ni sal de los mares que cruzamos para encontrados.


Son versos de la soledad del tiempo, mordida en otros labios.


Ay señora.


Quien pudiera ser tan puta, y tan bella.

Ser la virgen de los labios.

Para olvidar los malos tragos.


Y vestirme de princesa de las calles.

Y vestirme de reina de los ojos manchados.


Para acompañar la soledad de algún fulano.


Para brindar por los errores que cometen los extraños.


Y cobrar sueños.

Por besos, de luna.

Y cobrar sueños.

Por gemidos de estrella.


Mientras…

Me muero en los brazos, que no son los esperados.

Quien pudiera ser, ser… como usted señora.

Amante de soles, y de dioses.

Abrir el alma, como se abren las piernas.

Y olvidar la suerte derramada en la arena.


Y circular a media desnudes el asfalto.

Que nadie repare en el tajo de mis sueños.

Que nadie asista un dolor.


Solo asistan a mis labios.


Y ni puta, ni estupita, me alejo.

Me detengo un instante.

Bajo la sombra de faroles que se apagan cuando me acerco.


Prefiero la suerte de un gato abandonado.


Prefiero la suerte de un pájaro.


Y no la de esta mujer que vivo.

A diario.


Y no…ya no.

La de esta mujer que vivo a diario.


Porque soy mujer en cada fibra.


Y me late la vida en cada estrella que miro buscando consuelo.


Ay… luna abrígame los ojos esta noche, con tu luz tibia de plata.


Húndeme desde los ojos en este espejismo de esfera.

Arrebátame la vida en besos blancos que borren mis recuerdos.


Se me va el amor de las manos.


Como esferas de jabón que al tocarlas cambian la forma.


Que al besarlas explotan.


El humo de mis malas decisiones es el que me cubre, me empaña los ojos.

Otra vez me voy quedando ciega.

A nadie se lo conté, lo digo ahora.


Otra vez voy a quedando ciega.


Y ahora no importa.

Ahora no importa.


No te puedo ver, no me quieres ver, luna.


Muéstrame ese rostro que borra los recuerdos.

Envíame los pájaros de fuego.

Los pájaros azules.

Y el pájaro gris de la muerte.

Que nunca sabe si me come aquí o me lleva.

Y siempre herido de indecisiones se aleja.


Y esto es otro poema inmenso.

Otro llanto que se desmaya de mis labios.

Mis dedos golpean estos pequeños tambores de plástico.


Y esto es otra vez… parte de mi vida.

Un retazo de mi ser.

Mezclado con tragos amargos.


El teclado ahora es una boca.

Y las teclas son dientes.

Que me muerden las manos.


Y esto es otra vez por mí, por ti y por todos.


Por los que se callaron.


Por los que viendo mi suerte, se apiadaron pero siguieron sus pasos.


Aquí… frente a la luna


Que en acto de rebeldía, por acompañarme.

Esta a punto de evaporarse.

Porque es de día y el sol la mira.

Y con sus rayos la muerde.

La besa.

La perfuma de fuego.

La perfuma de antiguas promesas que se consumen en los labios.


La luna es celeste.

Es bandera.

Es el espacio.

La luna mi colchón de sueños.

La razón de mis versos.

El lugar donde nos encontramos.


Y que me escupa el mundo si no puede consumirme.

Que me arroje desnuda al lago.

Yo limpiare mi vestido y mis alas

Y saldré otra vez al espacio.

Asistida por mis sueños.

Cubierta de brillos de la espuma de las nubes que miran tu patio.



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Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.