Dejo mi cuerpo sobre la sagrada piedra
Allí donde los pájaros descienden de otros mundos, solo para
alimentar todo su bien todo su mal.
Mi piel se vuelve estrella, anido universos.
Giro en torno de la luna,
mi espíritu acepta la tormenta emocional.
Tienes idea cuantos instantes eternos atesora una vida?
Amo mi mortalidad, capaz de embellecer la luz y la sombra de
los arboles.
Mis pasos se adaptan al ritmo de la brisa, y mi cuerpo se
mece en el vaivén de las hojas.
Si es tarde no siento frío, simplemente me desintegra el
lento transcurrir de las horas.
Me fragmento a veces, otras me multiplico en la hierba
mientras mis pies me recuerdan una desnudez perdida en lo profundo de una selva
que habite en otra vida.
Mis manos guardan recuerdos de tus manos, siento el estremecimiento, sonrío, me limpio de tu nombre, pero tu nombre es fruta que nutre mi tiempo.
Me dejo llevar por la nostalgia, un perfume del aire despierta mi corazón que decide tomar el control de mi por el resto del día, y así voy, con la mirada semilla encendiendo los bosques de la distancia, extendiendo las sensaciones por alcanzar un diminuto brillo de tu luz y llevármelo al alma, porque estoy hambrienta de tu aliento, y cuando esto sucede, no bastan los ríos, el cielo, no hay espejos donde verse, es necesario romperse del cuerpo, volver pájaro un pensamiento, y luego prenderlo fuego, y ver como nuevamente tu nombre renace en mi recuerdo, y me siento absurda, me sé muy loca, pero amo mi corazón, su locura sana de necesitar tu aliento para abrazar el otro aliento del día, y seguir con la rutina vida arriba.
Es tarde para muchas cosas, pero tengo un corazón, alimenticia criatura que nutre el tiempo de mis horas, me lleva a ver los colores del paisaje, y a percibir las más distantes melodías que los corazones de los arboles me ofrecen al pasar y hurgar en su corteza alguna forma.
Soy muy transparente, pueden ver a través de mí, llevo
bosques, selvas, ríos y sus criaturas, universos desde donde vienen a visitarme
seres que me susurran secretos de la sombra y de la luz. Ando desnuda en mi
interior, mi corazón, anda desnudo, no tiene manitos, no tiene sexo, solo una
piel luciérnaga que parpadea su brillo cada vez que sonrío.