miércoles, 13 de enero de 2016

El amanecer desmonta de un corcel muy oscuro como para diferencia su cuerpo del resto de la noche. Sobre los edificios como si fuera el cuerpo de un ángel muerto, circulan las nubes, tristes figuras de plomo oprimiendo el rostro del cielo con sus manos duras.
Guardo un dolor como si fuera un tesoro. A caso no es eso algo muy estúpido? Así es la vida me dice mi otra versión del espejo mientras sonríe, pero yo, yo no sonrío. También guardo restos de la noche en los hombros, la pesada esencia de las sombras que conocemos todos, o al menos casi todos.
Siento ternura por este tiempo, siento ternura por todo, siento piedad por el transcurrir de los minutos, unos tras otros los contemplo, sí, estoy detenida, pero de eso trata a veces la vida, de quedarse detenidos unos minutos y ver en qué sentido va todo, todos, y nosotros mismos.

Hay una tormenta más allá de la piel, más allá de mí, mas allá de lo que nos toca o se pueda ver, hay una tormenta. Su paso, amenaza derrumbarlo todo, la construcción de mi ideas, la seguridad de mis emociones, la estabilidad de  mi  cuerpo balanceándose como un funámbulo de mi propio insomnio. Hay una tormenta, es necesario el desastre, es necesario que nada pueda recuperarse luego de su paso, que no quede nada de lo que cargamos, de lo que sabemos, de lo que sentimos, ni siquiera de lo que anhelamos, solo nosotros. Solo nosotros. 

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Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.