martes, 28 de junio de 2016

Dispersa

Mi pequeña casa llora, tiembla y se derrumba.
De pie la observo desde el patio, aún no entiendo porqué extraña razón, mi cuerpo no se rinde a la suerte del escombro y la ruina.
Mi corazón y su ritmo irregular educan mis emociones.
Ahora aprendo a observar el desamor de los otros combatiendo absurdamente con el amor propio.
Fuerzas de otro mundo me sostienen, lo acepto, no pregunto porqué, simplemente no estoy segura si debo agradecer, o pedirles que desistan.

También estoy cansada de ser árbol.
No quiero acumular palabras, ruinas del tiempo y la experiencia, no puedo capturar los sonidos de la lluvia mientras mi ser interior se golpea en las paredes de mi corazón, eternamente, buscando una fisura para hacerse de la libertad en símbolo de renuncia humana.
Ya no pertenezco a nada, nadie contiene mis ojos, mi atención vuela.
Llevo vidas aprendiendo y desaprendiendo las mismas cosas.
Me cansé de la naturaleza de la piedra, por eso prefiero el otoño y fragmentarme en los pasos de los días a ninguna parte como una hoja seca.

... es inevitable

La noche lleva un caudal de fuego oculto que se derrama sobre los techos, fecundando una soledad primigenia, de origen y final de tiempos.
Suena en la radio la melodía que estremece, el agua está a punto de tibieza, para llenar una taza y un alma de ternura. Sueño con los ojos abiertos, tengo un hambre ancestral sólo de tus brazos, y la noche sigue derramándose.
Te extraño donde se me ha puesto triste la vida, en la ciudad, en la melancolía de los árboles, en la tristeza ocre del día. Te extraño acá en mi boca abierta, en mis brazos, en el abrazo ausente, te extraño en mi latido que no se proyecta en tu latido, te extraño en mi sexo, claro que sí, te extraño a todas horas en la música tenue que despiertan los pájaros a primera hora del día. Te extraño, es inevitable. Sentí el desgarre en mi ser espiritual al despedirnos, algo en mi interior que anticipaba la tristeza mansa de estos días, tan constante, tan puntual en la madrugada y en las horas blancas del día, y perdóname, pero no se mentir, fingir indiferencia me parece absurdo, cómo ocultar lo que siento si voy arrastrando el recuerdo de unos días más felices, y no hay manera, todo es inutil.
Realizo los rituales necesarios para olvidarte, cuento las horas para no pensarte, como el fumador que sufre de abstinencia sufro la abstinencia de la repetición de tu nombre en mi vida. Realizo los rituales necesarios te juro que lo hago, hay un lugar en mi que lleva tu esencia, y trato de no visitarlo, pero es como negarme a la vida.
Mi corazón me reclama, duele y se enferma, no logra recuperarse. Visite al cardiólogo estos días, me dijo que evite los esfuerzos, sé que ese tipo es un estúpido, pero sólo sabe de como funciona el músculo.
Me esfuerzo en no sentir entonces, hago algo por recuperarme, no visito tu recuerdo pero caigo en el como al descuido, como quien pisa una baldosa floja, luego de la lluvia.
Cerré la casa, como se cierran los libros, como se cierran las alas sobre la espalda, ciñéndose a la condición humana.
Baje del árbol, como el simio, como el gato, como el ave.
Me sumergí en mi sombra difusa, en la imagen de mí que han dejado los años.
Y me desato. Rompo el nudo, el cristal, el vidrio, la realidad del espejo y la de este lado.
Tengo una sed distinta en esta noche, como si de repente hubiera despertado.
Voy a dejar por aquí este silencio, algo vendrá a iluminarlo, será música o alas.
Algo vendrá a iluminarlo.

Mi corazón

Mi corazón se enredó en las ramas del saúco, intento volar y salió atropellando casas, transeúntes, dragones fantasmas y tu nombre que flotaba en todas, todas partes.
Gracias a Dios el saúco estuvo atento, y lo atrapo en el aire, como quien con sus manos vueltas ramas intenta matar una polilla, o cualquier insecto desagradable.
Veo la escena desde la vereda de casa mientras salgo al trabajo, no puedo creer, aún no he podido domesticar a ese estúpido ignorante. Me abre el pecho, me rompe el cuerpo y sale volando sin que le importe nada, sólo su latido libre, sólo los perfumes extraños de los aromillos en las calles, distantes vuelos de ángeles, invisibles criaturas que lo alientan a dejarme.
Sé que no merezco mi corazón, porque su latido es más fuerte que mis pensamientos, y todos los absurdos planes que intento sostener para los dos. Sé que no merezco mi corazón, no se cuidarlo y se me vuela, se desprende del mundo por vos.

...

Un perro sucio, herido y abandonado de todos, de mi y de vos, eso es el amor. El mundo se mata por comprar el móvil de moda? Vos crees eso realmente? La gente que yo conozco se mata por llevar comida a su mesa. Dejar de ver eso es el dolor. No comprender cómo funciona el sistema es el dolor.
... Mientras,los bolsillos se muerden su corazón vacío, mientras, los hombres dudan si llegar a casa porque la fábrica cerró, mientras, mamá teje la tristeza destejiendo lana de otra prenda de un tiempo mejor, mientras, siempre mientras el televisor nos habla de autos, de préstamos, de créditos, de cirugías estéticas, de vacaciones en la costa, de cómo se mató un fulano, de cómo suicidaron a otro, mientras, el perro flaco de la vida lame el suelo con piedad del mundo, sólo y triste, muriendo de abandono, así de simple, así el amor.
Me gusta la humanidad a veces, la verdad es que todo el tiempo prefiero a los árboles. Su vibración sutil, su musicalidad, su corteza dramática, su raíz acogedora y perfumada. Me gustan más los hombres que aman a los árboles, es muy fácil amar una mujer o a un perro, incluso es sencillo amar la lluvia, y al día soleado, pero amar un árbol requiere seguridad, y un corazón muy simple y grande. Los árboles pequeños de frutos, los casi arbustos, nos permiten pequeños diálogos, inspeccionar entre sus hojas, recorrerlos con la mirada, pensar en su pasado, descubrir historias en su tronco y continuar leyendo en las semillas que caen. Los árboles pequeños son como la infancia, como los juegos de escondidas, como hallar un tesoro en un nido de aves. Los árboles inmensos, a veces inalcanzables, logran impactar sobre mi alma, y puedo oír como el susurro constante de su ser me habla, amo los árboles. No sé si ellos me amen, me saben pequeña, me saben leve en sus eternidades. Los árboles inmensos cantan en el aire, en las noches logran llegar a las ciudades y nos despiertan luego de invadir nuestros sueños con bosques de sagrados maestros ancestrales. Amo la humanidad a veces. Pero todo el tiempo amo a los árboles. Ellos no necesitan mi amor, ellos son energía, perfume que la tierra emana.

Pensamiento de árbol

El aire es frío y el viento empuja las hojas hasta desprenderlas de las ramas. Los pensamientos del árbol no se aturden por el juego de los pájaros, ni siquiera por el cosquilleo de las hormigas que recorren su corteza, ni por las miradas de los hombres que pasan, el árbol tiene pensamientos que se enredan en redes de luz y delgados caminos de lluvia. Se musicaliza el corazón del árbol que nadie sabe donde está, desde que lugar palpita, si desde el centro del tronco, o más allá donde la sombra de su rama más alta rasca suavemente sus raíces. El árbol también sueña, y descansa, deja sus pensamientos apoyados sobre la tierra húmeda, los ve hundirse poco a poco, fundirse con la materia orgánica que lo nutre, y presenciar esto le da calma. Respira, sus ojos internos se cierran, y dentro del sueño del árbol, el universo mágico brilla.
El aire es frío, el viento susurra. En algún lugar del mundo intento dejar mis pensamientos sobre la tierra húmeda y oscura, aguardar que se hundan, que la materia orgánica los nutra, y que presenciar esto me dé calma, que mis ojos internos se cierren y que dentro de mi sueño el universo mágico brille, pero pienso en el árbol, en el camino de hormigas,en los juegos de los pájaros, en la sombra de las ramas, en las raíces. Pienso en su corazón y siento que de alguna forma indescriptible, de una forma que no comprendo, sólo sé, el corazón del árbol late en mí, dentro de mi, y así reflejándome en él, muy dentro del árbol mi corazón también late. Sólo esto me ayuda a encender el brillo de mi universo, sentir que mi corazón guarda el mismo latido, la misma naturaleza.

Voy al árbol

Vi en mis ojos, o en los ojos del espejo, un diminuto asesino silencioso, un reloj de agujas oxidadas, clavadas a mi condición humana, deteriorando las columnas de mi vida.
Voy al árbol cargando el peso de mi tiempo, pero sólo a veces, en realidad no siempre, porque otras simplemente voy por la vida como una insensata, desnudándome antes de tiempo, mostrando rincones de pasado, y viejas heridas. Luego despierto, asumo este tiempo, a mitad de la calle siento frío, también recuerdo, soy una mujer, habito este planeta circunstancialmente, pude habitar cualquier otra esfera, pero aquí se vive bonito, el sol se cree estrella y la luna nos persigue.
Voy al árbol, cargo a cuestas la historia de mis ancestros, no sus pecados ni sus riquezas, sólo una mezcla de recuerdos que afloran y fluyen en mi torrente sanguíneo.
Te invito a mi carne a veces, descubro mi cuerpo, me gusta, huele a verde mi esternón, mi corazón reverdece, mi alma es un nido de jilgueros extraterrestres que tejen olvidos con sus piquitos.

Quise

Quise, es cierto, no me avergüenzo de mi corazón. Muy al contrario acepto y comprendo su naturaleza extraordinaria. Él, no es un simple motor dador de vida, ni un molino de sangre y energía, él, pequeña criatura, reloj de un tiempo distinto al pasado, o al futuro, o incluso al volátil ahora, él es un sabio sumergido en mi sangre, es un maestro de mi voluntad, él me contagia, y me alienta algo más que la vida, él me hace visible lo invisible a través de su espíritu, que también es el mio.
Entonces no me avergüenza decir que quise, es cierto, pero querer viene del deseo, no de mi corazón, ahora lo comprendo, y el deseo viene de la necesidad de cubrir heridas con otras manos, y aquí yo ya tengo las propias, son verdaderamente bellísimas mis manos, y son mías. Pero es ahora que comprendo que quise, y eso sólo ventilo mi herida, y puso ansiedad a un tiempo que aún no existía, y no existirá.
Ahora no quiero, porque tengo mis manos, ya no quiero tus manos, aunque al recordarlas siento ternura, un amor vivo y despierto nace en el músculo espiritual, y también comprendo que desde esta distancia puedo multiplicar mi amor, y eso también te alcanzara, pero esta vez sin que yo quiera, simplemente no lo puedo evitar.
El amor a veces se abre paso como una semilla que sólo es, sin más, ella no desea ser árbol, simplemente lo será. El amor no desea ser nada, ni tocar a nadie, simplemente es, y en esa maravillosa naturaleza es, multiplicándose paso a paso, día a día. Mis manos ya no cubren mis heridas, porque no hay herida, es un tiempo nuevo, el cielo es mi espejo, y sí a veces anido una tormenta, y otras un cielo tan profundo y despejado, que contemplar es sencillo y amable, no puedo ni quiero evitarlo.
Soy muchas cosas, soy muchas cosas vivas, con mis ciclos de luz y de sombra. Ahora que me siento verdaderamente estrellada, como la noche profunda, fresca, poblada de ranas y grillos, de lobos que aullan, ahora quizás también sienta eso que algunos interpretan como tristeza, soledad, o nostalgia, yo lo nombro: comprensión divina, muda contemplación de mi alma. Y en este instante de contemplación... quizás algo en mi deba romperse como una cáscara, como una grieta, como una caja, porque este molde corpóreo, mental, de pensamientos y emociones quizás se haya podrido, haya muerto porque no eran realmente parte de mi o de mi naturaleza. Todo aquello me vistió, me cubrió, pero no para protegerme, me cubrió la desnudez y ya no reconocí mi ser en mi cuerpo, ni mi cuerpo ni quien era yo en ellos, mi naturaleza atenta contra los mandatos sociales, contra la construcción social de ser humano, y de mujer. Pero yo no me avergüenzo de mis emociones, voy bailando fuera de las estructuras impuestas, no me avergüenzo de mis pensamientos, de mi sexo o de mi cuerpo, de mi corazón y su voluntad de multiplicarse. Me se maravillosa, y capaz de crear huellas conformes a mi naturaleza, también multiplicando mi amor en todo lo que toco...
Entonces, sí, te quise, y fue maravilloso quererte, y creer en la fantástica mentira de tus manos cubriendo y limpiando mis heridas, ahora no te quiero, ahora mi corazón se multiplica amando. Y me se libre, nueva y sana, porque mis manos no son simplemente maravillosas, mis manos son sagradas, manos de un cuerpo renacido, de una mujer selva, de una mujer árbol, de una mujer alba. Mis manos creadoras me visten de luz, mientras tejo redes que contengan mis estrellas para que no caigan, mientras desato mis dolores para que puedan evaporarse en el perfume del día.

a pesar de todo

Me gusta el amor, su labio de nube, su cuello de agua. La forma en que su cuerpo se derrumba y se alza. Muerdo sus dedos, su vientre, su alma, me duermo en su pecho, despierto en su párpado.
Por la tarde cuando el sol se extiende, y su luz es tan naranja que perfuma el patio, juego desnuda sobre los árboles, como una pequeña huella de polen que escapa del mundo, perfume de silencio y de nostalgia.
Me gusta el amor, la ternura contenida de las horas, la mirada sumergida en la distancia.

Criaturas del lenguaje mágico

Tengo algunas palabras, sobrevivientes de la sombra, de mi propia suerte. A veces las tiendo al sol, a veces cubro con ellas las ventanas porque siento tristeza, sí, tristeza y frío.
Hay una palabra azul que me nombra, y mi ser vibra diferente en su voz de música.
A veces necesito alimento, y no me bastan semillas ni frutas, necesito sol, necesito campo, necesito cielo, necesito música, entonces busco las palabras, las desordeno en el aire con las manos como si jugara con humo, y las susurro.
Tengo algunas palabras, criaturas del lenguaje mágico, y de la selva profunda, musicalidad de árbol, silencio de lluvia.

Puedo repetir algunas palabras

Abro la noche sobre la mesa y la sirvo en dos tazas. Te invito a que bebas el primer sorbo tibio, sé que luego llegará el frío, y el rumor pálido de las sombras golpeando las ventanas. 
Bebo mi porción oscura, los misterios brillan sobre el techo como insectos de la luz y del tiempo, reptan sobre las paredes figuras extrañas. 
Siento frío, mi piel es frágil, aún así estoy en calma porque sé que el temor habita fuera de esta casa. 
Intento pronunciar tu nombre, intento abarcar su musicalidad, es un juego infantil y absurdo, pero lo intento... mientras tus manos dibujan aves en el aire, tus manos son ahora mismo pájaros cristalinos de la distancia.
Puedo repetir algunas palabras que memorice para cruzar los infiernos del insomnio, tengo algunas palabras blancas y otras palabras alba, puedo darle voz a los fantasmas de las calles para que canten, para que supliquen o simplemente se despidan, también puedo darles voz sólo para que callen.
Puedo a esta hora predecir los días que vienen, serán grises como el cemento, y melancólicos como la lluvia, pero en ellos adivino mi corazón hablando a tu corazón a través de la ventana espiritual que le den nuestras palabras.

Se fueron las palabras

Se me fueron las palabras, toditas, abrazaditas y juntas por un mar de azúcar. Entre las hormigas y los restos de lluvia no quedo nada.
Sufro una pena sin nombre, porque no tengo palabras para decir cómo es que duele, y cómo se llama, es una tristeza que nace chiquita pero que en la noche se destrenza la sombra y todo lo abarca. 
Me oscurece el patio, la vereda, la casa. Sube por las paredes y desde fuera me abraza.

Puedo

Puedo perderte en la palabra, en el absurdo enredo de las letras y los silencios. Puedo, acariciar las formas del paisaje, lo verde de los arboles, lo espumoso del cielo. Mientras mi rostro se funde en el celeste, mientras respiro el universo y el infinito me recupera. Puedo cerrar los ojos esta noche, para dormir en la sensación sagrada de conocerte, de alguna forma he alcanzado los bordes de tu nombre y tu cuerpo, y eso me permite sentirme reflejada, felizmente completa

Tiempo

Los brazos del tiempo movilizan las nubes, el viento es un anciano con cuerpo de fantasma. La noche se derrama como lluvia sobre mundo, líquida oscuridad que brilla fría y estrellada.
Los perros aullan y lloran, ladran a la nada y la quedan mirando, la nada se mueve a un rincón de sombra para devolverles la mirada.
Pasan los dias.
Cuánto dolor es inevitable y sin embargo. Pasan los días y sus oxidadas agujas tallan sobre la Sagrada piel de mi sueño delgadas huellas de distancia. Se suman y se multiplican, se enredan y se enlazan.
Hago lo posible, lo necesario, y no hago nada, estoy mortalmente herida de silencio y de distancia.
El tiempo fluye, nadie tiene una mano lo suficientemente fuerte, lo suficientemente torpe como para tapar su cauce, no hay piedra ni criatura que se duerma en su puerta para que en el amanecer él no pueda salir y derramarse.
Un hombre se rompe el corazón muy lejos de mi nombre, mi nombre se desdibuja muy lejos de todo. Me olvido de las palabras, me hundo en un bosque que invento en un sueño, recolecto semillas y pájaros, los trituro y con ellos alimento el fuego que nutrirá la noche y me acercara a la mañana.
Fluye el tiempo, se tuerce en el cielo, su talón clavado en tierra y su cresta encendida como una pluma, arde en las nubes, aliento de Dios, fuerza inalcanzable.

Ella

Ella contenía una tormenta, sus manos se herían por los rayos, diminutas explosiones simultáneas en su cielo, destrozaron el paisaje, y sus manos, sus manos no alcanzaron.
Él desde sus ojos lo intentaba, intentaba devolverle una palabra, pero a veces los ojitos son fantasmas y quedan mudos ante el diluvio que van dejando los años.
Envejecieron en un rincón del mundo, él domesticaba la tierra, ella molía maíz, alimento sagrado. Tejía esperanza, punto a punto, fila a fila, mano a mano. Sus hijos se dibujaban en un borde azul de una manta, y su amor en un punto rojo siempre acompañando. De madrugada el sol entraba al campo sólo por despertarlos, a veces los rayos tibios se enredaban en sus mejillas, se hundían en su tronco, se filtraban por debajo de su piel, buscando el hueso para aliviarlos, y que crueles dolores de la edad y el frío se evaporaran.
Ella dibujaba rostros en las nubes, y él las contemplaba. Se pasaban un mate y herían un silencio a veces... recordando.

Siempre es tarde

Es tarde todo el tiempo, parece que es la única canción que saben los relojes. Una carencia de cielo delata el espejo de los ojos, y es justo ese lugar en donde veo la realidad que no quiero pero muestro a todos.
Los yuyos crecen y se enredan en el patio de tierra. Insectos laboriosos cuidan el futuro de su especie instintivamente, no importa que uno muera en el trayecto de reconocimiento del terreno o trepando las paredes, no hay suicidios, ni actos heroicos, sólo la supremacía del instinto, de la inteligencia transmitida por generaciones. Nada sé de ese universo pero lo contemplo agradecida, puedo presenciar la vida y la muerte, el tituveo del destino sobre nuestro tiempo, sobre mi sombra que se mueve y dialoga con la sombra de los árboles. He alcanzado esa quietud maravillosa, esa quietud que no inquieta, simplemente te sumerge o te lleva de viaje en las forma de las nubes y los árboles, en los dibujos del aire que trazan los pájaros.
Los yuyos no hablan conmigo yo no les intereso en lo absoluto, ni a ellos ni a los insectos, ni al patio, ni al árbol, tampoco a mi sombra, ni a la sombra de mis vecinos. Eso me tiene sin cuidado, me maravilla como la naturaleza se desinteresa a veces de nosotros y es que en realidad estamos justamente en el lugar indicado o completamente equivocado. Todo siempre depende desde donde se mire, lo han dicho tantas veces. Ahora es tarde, el insomnio es un vidrio que se rompe y al que intento contener con las manos, la realidad de un lado, el sueño es el resto del paisaje, quizás el patio y sus múltiples milagros diminutos cargando hojas, polen, y pequeños tesoros alimenticios a sus nidos, panales, colmenas, reinos de mundos subterráneos y ocultos.
Soy tan ajena a todos, el cartero acaba de tirar unas cuantas malas noticias ensuciando el paisaje con avisos de corte y otros misterios aburridos. Soy tan ajena de mi, trato de disminuir mi naturaleza, un lunar puede entrar en el hormiguero, un ojo puede subir a la colmena, mi lengua puede habitar un nido, mi corazón puede dormir en la corteza, entre grietas de madera y perfume de lluvia, mientras mi ser vuela en líneas imaginarias que despiertan sobre los cables de luz completando pentagramas con melodías que susurra el universo sobre el mundo.

...


Estas sentado en los oscuro de una habitación vacía de vos, porque vos transitas otro aire, respiras otro tiempo. Las cortinas suspiran, la ventana se queja, la calle es de piedra gastada y de sueños que se fundieron.
Tenés los ojos perdidos y fijos en puntos extraños de la nada, donde los árboles rasgan el vestido de las nubes y la noche murmulla su historia en las ramas. 
Fluye el silencio, se fragmenta por que te levantas y vas a ninguna parte de tu casa, calentas agua, tomas un mate, pensas en nada, frotas tus manos frías, llevas una a tu pecho, la otra limpia el vidrio empañado. Escuchas como la pava chilla, como el vapor dibuja fantasmas, nada te sorprende, estas acostumbrado a cosas irreales.


Fluyes en el líquido devenir de la noche, haciéndose sombra, haciéndose frío, y la lluvia cae y te trae rumores de su propia historia en las nubes y en el espacio, en la distancia, en ese fragmento de todo que es su viaje de la nada a la nube, y de la nube a tu calle, a tu oído, a tu todo. Muerdes tu nombre por no soltarlo en la noche, pero ella hambrienta y fría, se enreda en tu boca, se enreda en tu hombro, se funde en tu forma.
Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.