domingo, 25 de septiembre de 2016

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El mundo ciego sobrevive porque diminutos habitantes de la noche, escupen savia viva sobre sus parpados finos.

La mano de un dios diminuto juega a formar la materia de la nada. Sopla sobre el barro, funde su aliento en el suspiro del viento, vierte su semen sobre la tierra mojada. y las criaturas emergen. Son rígidas y a los primeros pasos se quiebran sus pasos, son torpes y en el primer vuelo pierden las alas.

Una nube llora corrompida de tormenta y fuego. Explota y gime misterios de la inmensidad. mi ventana se abre y se cierra, de vez en vez  el día, de vez en vez la noche, pero también a veces sucede el milagro de tus ojos.
Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.