martes, 20 de diciembre de 2011

Una mirada como un estanque de agua dulce.

 En mejores ojos se hizo la noche, no importa cuánto amor se pose en los arboles. En  mejores ojos se hizo la noche. Mientras ella como una hembra asustada aullaba y moría, y ella como una hembra asustada aullaba y dolía en la piedra que susurraba su peso a la tierra.
Ayer de tus manos se desprendió el hilo que nos unía, no fue porque tú lo soltaras, fue porque jale tanto de él, como si al hacerlo tratara de rescatar mi alma de algún abismo. Al recobrar el hilo, me envolví en él, y mi piel reapareció en el mundo.
Ahora soy de nuevo la india, la mujer de piel tostada, de talones rasgados, aun aulló triste en mi sombra, aun sobre la piedra busco mi lugar sobre el mundo… y ya sé que en mejores ojos se hizo la noche, pero los míos son las peceras para los seres  de las nubes.

El ángel  ajusta el arco, afila las flechas, enciende el fuego, y nos mata uno a uno. Somos como esos patitos de las ferias cayendo ante los ávidos disparos de un niño macabro y experto. El ángel es hermoso, y verdadero, goza de piel y de vida, fluorese en el silencio, sus alas hechas de las aves que ya no existen son transparentes como mis sueños.
Soñé que mi cabello era muy largo, como el de alguna princesa. Desperté recordando que jamás me he sentido como aquella... la de mi sueño y no tuve más remedio que invocar a las criaturas del mar para que se beban los restos de su morada desde mi, porque no soportare un día mas abrir tantos caminos de sal desde mis ojos.
No me han tratado jamás como a una princesa, ni mis buenos modales, ni mi vestido pudieron darme una simple corona para que los hombres me vean, siempre me han creído más fuerte y me han llamado para la guerra. Se acudir a las tormentas y tomar la mano de los hombres que temen a su propio eco. Pero no he recibido de sus manos el trato hacia una princesa, solo el salvaje tacto de las bestias.
He esperado la caricia sobre mis manos, he  buscado la mirada que me encuentre. He creído en la voluntad de las luciérnagas de alumbrar en la selva entre  peligros y bestias, he callado por oír la voz de los dioses a lo largo de vidas enteras, pero no he sentido llegar a mi alma, a esa mitad perfecta, solo he confundido las señales de las estrellas.
… y ahora, como una hembra asustada aulló y gimo sobre la piedra, busco un arma en el bosque, el antiguo metal forjado por la mano de los hombres para abandonar este cuerpo. Se acerca año nuevo en las ciudades, en el campo y en los arboles solo aves que emigran muestran el correr del tiempo. Me quedare, como se queda la luna rondando el cielo, esperando por el ángel, por el astro y por el hombre, o solo por alguna mirada que me reconozca como un pez ahogándose en el cielo.

No veo pájaros en mis letras

Si pudiéramos escribir vuelos en lugar de palabras, este simple espacio seria un cielo.
Si pudiéramos escribir vuelos en lugar de palabras, si la tinta fuese un ave que se abre camino a través de nuestros pensamientos. La libertad seria un paisaje fácil de encontrar en cualquier renglón, incluso en los espacios que ocupan las ausencias o los silencios.
A penas si puedo escribir sobre las piedras, o sobre los rostros de la  luna, o sobre algún espejo. Sé decir palabras para mencionar animales, o sentimientos, o sueños. Sé describir con palabras hermosos paisajes, o lugares siniestros.  Puedo decir cómo va oscureciéndose el día, primero en las hojas y en los troncos, poco a poco en las casas y en las calles, en sus sombras, y como sus sonidos despiertan a las criaturas de los bosques muertos, como cada mueble respira desde su interior la música y el nombre de su árbol seco. Aprendí a reconocer la música de las ventanas abiertas, de las ventanas cerradas. Sé como atrapar en un poema la respiración de una habitación cuyos ojos miren al este, y sé desde que lugar del cielo descienden las abejas lunares a su colmena en la tierra. Pero nada sé de vuelos, nada de aves de tinta, nada de pájaros que vuelen entre mis letras.
Pregúntale al silencio a qué hora se duerme el cielo que las aves ya se han dormido en las ramas  y el sol aun está cantando su balada de demonios sobre el horizonte.
Ya la forma de la luna en su espejo agua abre el mundo de los sueños, y las alas de sus seres cristalinos iluminan el cielo. A esas criaturas las llamaran estrellas.
Pregúntale al  señor de las flores, el que vive oculto en los jardines, entre su follaje y sus esferas de polen, pregúntale de donde trae el viento esa melodía de silencios y hojas secas que pueblan mis sueños.
Pregúntale al dios del barro, de que lluvia se  hizo cuerpo. Que perfuma guarda su aliento.

Dando tumbos en el cielo.

Estoy acostumbrada a caer, debería conseguir un gato gris para que acompañe mis tardes y estas palabras finales, las mismas que acompañan a mi corazón cada vez que se deshoja como la ceniza de una  hoja blanca luego de arder.
Y mis manos ya conocen la rutina. Se posan sobre el teclado como mariposas de huesos, firmes a mis sentimientos, porque solo de eso se escribir. Y sangran las letras, el sonido de las teclas es similar a un latido o a una bomba que no sabe si dormirse o estallar, de un segundo… de un renglón a otro, depende de que recuerde allá aparecido sobre las líneas.
Mi música de siempre, como un ave acicala sus plumas y el alma se me renueva  como si se sumergiera en la luna para aparecer nuevamente, inquieta, y fija sobre el infinito.

Ya cerré la ventana del norte, ya baje las velas y ate el barco al árbol de los silencios. Mientras por un tobogán liquido, descienden los peces del brillo desde la luna a una orilla de mi camino. Mis pies se parecen a tortugas quietas y ermitañas de la tierra, antiguas criaturas que conocen sobre  la luz y la piedra, y sobre la lluvia que musicaliza la vida.
Ya cerré la ventana del norte, creo que no conservo un recuerdo de tu mirada, no si el ave de tus ojos a llegado alguna vez a mi paisaje ha refugiarse de las tormentas o de las malas decisiones, o si simplemente como un ave fugitiva del cielo has arreglado tus plumas y disparado tu vuelo desde los cielos rasos de mi rutina.
Diciembre duerme y canta  a cualquier hora, es un gallo ciego esperando que amanezca y el sol está perdido, porque las nubes organizaron la despedida del año en el cielo, y celebran con tequila, pero el sol no entiende de años ni de bebidas, y el fuego y el alcohol no hacen buena compañía. No sé porque escribo sobre cosas que no son ciertas, pero no son mentiras, porque es verano y de a ratos se nubla, y no es por las nubes, es porque el sol se tambalea en el cielo y tener resaca no lo ayuda en el día.
La radio me cuenta una bonita historia mientras las guitarras se hacen el amor. Casi no recuerdo lo cansada que estoy, lo mucho que me duele el cuerpo porque tengo un corazón, solo porque tengo corazón.

martes, 6 de diciembre de 2011

Adiós

Aquí me despido.

No escuchas ya al amor cayendo muerto.

Su espíritu monocromo
Se desentiende de nosotros
Se aleja.

Mencionar esta forma de vernos nos dispersa
Con ese espíritu que vemos abandonándonos.

Ya no veo tus ojos, y a metros de mi
Tu cuerpo es otra de mis imágenes impresionistas
Y reales, del mundo que no quisiera habitar.

Esta noche en que me deshojo
 Y me pierdo en aquella nube con forma de nube que me sonríe desde su quietud gris.
Te extraño.

No menciones que estas frente a mi
No insistas, sabes que no puedo verte
Y esto que es para vos un juego
Para mi es un modo de vivir.

Anudada entre mis malas decisiones, trato inútilmente de mover los pies
Mi rostro sigue siendo el fantasma al que no quiero responder tras los reflejos del mundo.

Me encuentras, siempre me encuentras
Tu silencio me renueva
Mi silencio me castiga con tu ausencia
Lloro con todos los motivos que esta tristeza de estreno me da
Me posibilito un mundo de penas y sombras hermosas
Y no me quiero alejar del árbol horrible que siempre nos ve caminar.

Te extraño, esta vez no me corregís con tu presencia
Tu cuerpo, ya a algunos kilómetros no dialoga con mi alma
Mis sentidos se confunden, te extraño si
Pero de un modo que mis palabras y  mis conceptos de nena asustada no llegan a interpretar.


Observo el cielo
Enjuago mi espíritu en la luz mansa de estas estrellas invisibles.

Te imagino, comienzo a soñar
De vez en ves sonrió, lloro, pido un deseo, grito, muerdo los silencios eternos, oscuros, inmensos.

Lentamente, con estas fuerzas inventadas
Aprendo de tu ausencia
Me descubro las manos
Desnudo mis sentimientos a un Dios mudo, oculto en su templo y a veces en tu cuerpo
Levanto mis fuerzas dormidas del suelo
Sacudo un poco mis sentimientos suicidas
Cierro poco a poco las ventanas donde abandone al alma herida
Y comienzo a caminar.

Deseo, tan solo deseo
En esta noche de luna enferma, recortada por el sol o por la tierra
Que mi paso me renueve
Y el silencio que tanto temo
Me posibilite la voz y la música perdida
Que otro hogar encuentren mis sentimientos
 Y mis miradas de hada sin cuentos ni sonrisas.

Estos son simplemente mis dolores secundarios
En el fondo de todas las palabras igual que sobre la piel que miramos
Están los conceptos enemigos de la voz
Tan solo mi herramienta para desnudarme sin quitarme la ropa
Y permanecer sensible y temerosa ante tus ojos
Ante tu duende, tu ángel, mi ángel y sus demonios
Que somos nosotros mismos.

Adiós.

Metal desafinado

Los lagos en mi barrio son simples claros de luz en medio de una selva. En los lagos te refrescas de la noche y te pones al resguardo de los monstruos.
Cuando oscurece  todos aúllan. Los perros, los hombres, los bobos.
Después de robar, los fulanitos encienden un fuego. Huele a plástico quemado, farmacia  y desesperanza.
Una vaca inicia la ronda para ignorarlo todo, o para cobrar por su mirada boba. Su sirena se confunde con los aullidos y otros espasmos de la noche. La música es un metal desafinado, repetido como una gotera, molesto como mil pulgas mordiéndote las orejas. 
De los pájaros que fueron a tus ojos, de los pájaros que regresaron de tu cuerpo de esos pájaros y sus vuelos dibuje un nuevo cielo.
Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.