martes, 20 de diciembre de 2011

Dando tumbos en el cielo.

Estoy acostumbrada a caer, debería conseguir un gato gris para que acompañe mis tardes y estas palabras finales, las mismas que acompañan a mi corazón cada vez que se deshoja como la ceniza de una  hoja blanca luego de arder.
Y mis manos ya conocen la rutina. Se posan sobre el teclado como mariposas de huesos, firmes a mis sentimientos, porque solo de eso se escribir. Y sangran las letras, el sonido de las teclas es similar a un latido o a una bomba que no sabe si dormirse o estallar, de un segundo… de un renglón a otro, depende de que recuerde allá aparecido sobre las líneas.
Mi música de siempre, como un ave acicala sus plumas y el alma se me renueva  como si se sumergiera en la luna para aparecer nuevamente, inquieta, y fija sobre el infinito.

Ya cerré la ventana del norte, ya baje las velas y ate el barco al árbol de los silencios. Mientras por un tobogán liquido, descienden los peces del brillo desde la luna a una orilla de mi camino. Mis pies se parecen a tortugas quietas y ermitañas de la tierra, antiguas criaturas que conocen sobre  la luz y la piedra, y sobre la lluvia que musicaliza la vida.
Ya cerré la ventana del norte, creo que no conservo un recuerdo de tu mirada, no si el ave de tus ojos a llegado alguna vez a mi paisaje ha refugiarse de las tormentas o de las malas decisiones, o si simplemente como un ave fugitiva del cielo has arreglado tus plumas y disparado tu vuelo desde los cielos rasos de mi rutina.
Diciembre duerme y canta  a cualquier hora, es un gallo ciego esperando que amanezca y el sol está perdido, porque las nubes organizaron la despedida del año en el cielo, y celebran con tequila, pero el sol no entiende de años ni de bebidas, y el fuego y el alcohol no hacen buena compañía. No sé porque escribo sobre cosas que no son ciertas, pero no son mentiras, porque es verano y de a ratos se nubla, y no es por las nubes, es porque el sol se tambalea en el cielo y tener resaca no lo ayuda en el día.
La radio me cuenta una bonita historia mientras las guitarras se hacen el amor. Casi no recuerdo lo cansada que estoy, lo mucho que me duele el cuerpo porque tengo un corazón, solo porque tengo corazón.

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Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.