martes, 6 de diciembre de 2011

Metal desafinado

Los lagos en mi barrio son simples claros de luz en medio de una selva. En los lagos te refrescas de la noche y te pones al resguardo de los monstruos.
Cuando oscurece  todos aúllan. Los perros, los hombres, los bobos.
Después de robar, los fulanitos encienden un fuego. Huele a plástico quemado, farmacia  y desesperanza.
Una vaca inicia la ronda para ignorarlo todo, o para cobrar por su mirada boba. Su sirena se confunde con los aullidos y otros espasmos de la noche. La música es un metal desafinado, repetido como una gotera, molesto como mil pulgas mordiéndote las orejas. 

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Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.