martes, 28 de junio de 2016

Me gusta la humanidad a veces, la verdad es que todo el tiempo prefiero a los árboles. Su vibración sutil, su musicalidad, su corteza dramática, su raíz acogedora y perfumada. Me gustan más los hombres que aman a los árboles, es muy fácil amar una mujer o a un perro, incluso es sencillo amar la lluvia, y al día soleado, pero amar un árbol requiere seguridad, y un corazón muy simple y grande. Los árboles pequeños de frutos, los casi arbustos, nos permiten pequeños diálogos, inspeccionar entre sus hojas, recorrerlos con la mirada, pensar en su pasado, descubrir historias en su tronco y continuar leyendo en las semillas que caen. Los árboles pequeños son como la infancia, como los juegos de escondidas, como hallar un tesoro en un nido de aves. Los árboles inmensos, a veces inalcanzables, logran impactar sobre mi alma, y puedo oír como el susurro constante de su ser me habla, amo los árboles. No sé si ellos me amen, me saben pequeña, me saben leve en sus eternidades. Los árboles inmensos cantan en el aire, en las noches logran llegar a las ciudades y nos despiertan luego de invadir nuestros sueños con bosques de sagrados maestros ancestrales. Amo la humanidad a veces. Pero todo el tiempo amo a los árboles. Ellos no necesitan mi amor, ellos son energía, perfume que la tierra emana.

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Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.