jueves, 11 de marzo de 2010

Por tus pájaros, por tus frutas, por tus insectos.





Tal vez te conozca.

Por tus aves.

Por tus frutas.

Por tus insectos.

Por tus silencios.


Yo tengo un ave,

Que no vuela.

Que se enreda entre sus penas.

Que le tiene miedo al viento.

Siempre tiene miedo.

Pero vio a tu ave negra.

Ave que desgarra el cielo.

Que picotea a las nubes.

Y despierta a los truenos.

Y mi ave blanca,

Mi pájaro de eneros.

Extendió sus alas.

Y socorrió al cielo.


Se enfrento contra tus picos.

Contra tus garras.

Contra las púas de tus alas.

y si, salio herido.

Lastimero pájaro mío.

Se acerca a mis manos.

Para que lo sane.

Desde mis labios.

Para que sienta sus heridas.

Miro el cielo.

Que sangra.

Y trato de desprenderme.

De este cuerpo inútil.

Para ir a desafiarte.

Sin alas y sin picos.

Sin garras.

Pero con el espíritu.

De este pájaro mío.

Herido.


En una canasta sobre la mesa.

Sobre el mantel azul.

Unos duraznos, unas manzanas.

Tres ciruelas.

Un delicioso resimo de uvas.


El aroma de estas frutas.

Es el perfume que siento cuando te hablo.


Salieron del mismo árbol que tus aromas.


Tus insectos.

Son iguales a los míos.

Tú, miras mis hormigas y las reclamas.

Pero estas hormigas.

Son mías desde hace años.

Las encontré caminando.

Por la pared de mi cuarto.

Y las deje morder mis manos.

Las deje morder mis labios.


Tus hormigas son iguales.

Pero son otras.

Tú no llevas sus mordeduras.

Sobre las manos.


Siento que te conozco.

Por tus aves.

Por tus frutas.

Por tus silencios.


Tus silencios.

Son parpadeos de mis sonidos.


Mis sonidos.

Son parpadeos de tus silencios.


Cuando duermes no parpadeas.

Entonces se desprende el ruido.


Aun tengo este pájaro mío.

Herido sobre el regazo.

Aun no ha sanado.

El dulzor de sus heridas.

Despabila las hormigas de mis manos.

Que quieren acercarse a devorarlo.

No puedo arrimar mis manos para sanarlo.

Solo le doy temperatura a cierta distancia.

Hago una cueva con mis manos.

Que es techo y pared.

El suelo es mi regazo.

Pasan así…

Muchos parpadeos.

De tus sonidos por mis labios.


Este pájaro mío.

Vencido.

Se acurruca en su fracaso.

No pudo proteger a las nubes.

No pudo socorrer el cielo.

Y muere.

Mientras mi silencio.

Se interrumpe por el ruido.


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Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.