jueves, 11 de marzo de 2010

Io






Donde la lluvia muerde la tierra.

Y del dolor de la herida se levanta el perfume.

Húmedo.

Hasta allí, viaja mi espíritu,

En cada amanecer.

Necesito viajar.

Para sangrar fuego.

Para sangrar verbos.


Y ya no estoy aquí.

Estoy en lo más profundo,

Y en la cima de todas las cosas.

Estoy en el aire.

En el agua.

En la soledad de la roca.


Donde la lluvia, besa y muerde.

Donde la tierra gime.

Y de sus dolores le brotan flores.

Allí, voy todos los amaneceres

A olvidarme de mí sombra.

Allí voy todos los amaneceres

A endulzar las ausencias de mi boca.


Y desmayo estos insectos,

Que caminan los huesos.

Desde mis heridas.

Y busco flores de algodón.

Para la fractura de mi pecho.

Y busco ese pequeño pájaro

Que se acurrucaba a mi hombro.


Y me quito la ropa,

A medida que me acerco.

A mis árboles.

A mi suelo.

A mis piedras de colores.

Y me espera, la hierba, los perfumes.

Los pumas y los osos.


Me espera, la soledad de perfumes y colores.

Que cambio… por esta soledad de motores y de sombra.


Un Dios se inclina al ver mi piel.

Un Dios me besa con luz los parpados y recorre mi rostro.

Yo suspiro el fuego de mi herida.

Y se extiende el perfume azul, de mi cuerpo.

Sobre el horizonte.


La luz me recorre.

La tierra acuna mi herida.

Y respira por mis dolores.


Un Dios, desciende de la altura.

Por besarme, por adornar mi cuello,

Mis senos, y el camino a mi vientre con su boca.


Desciende y es como una nube.

Desciende y es como una brisa,

Hasta que veo su rostro.

Hasta que veo su cuerpo.

Sus brazos, su torso.

Yo estoy desnuda, y herida.

Y anestesiada de dolores.


Veo sus ojos.

Los reconozco.

Mis manos se apresuran por tocar su rostro.

Al primer contacto,

Baja sus parpados.

Y no fue en el mar Jonico

Ni en África, ni en Egipto,

Realmente no fue a orillas del Nilo


Fue aquí, confundida entre los árboles,

Los pájaros y las heridas en que me encuentra.

Su boca se entreabre al contacto de mi piel.

En su frente.

En sus mejillas.

Aun siento que hay restos de nubes en su piel.

Y los despejo con mis manos.

Me mira.

Y siento un disparo en mis ojos.

Me mira.

Bajo mi rostro,

Lo miro de nuevo.

Otra vez mis manos

Entre parpados y labios.


Siento su perfume.

Un aroma, cítrico, dulce.

Una aroma de hielo y perfume.


Su piel es fría.

Su rostro es hermoso.

Su boca sigue entreabierta.

Y yo acerco sobre ella mi boca.

No lo beso.

Solo acerco mi boca.

Sus manos que estaban sobre mis manos… en su rostro.

Se liberan,

Sus brazos me envuelven.

Siento la presión de sus manos en mi espalda.

Atrayéndome a su cuerpo.

Siento la presión de su beso,

Húmedo y abierto sobre mi boca.

Recorre mis labios.

Por fuera… con mordiscos suaves.

Recorre mis labios por dentro, con su lengua.

Siento el cambio de temperatura.

El calor que emana el interior de su cuerpo.

El sabor cítrico se intensifica desde su boca.

Baja mordiendo por mi cuello.

Mientras aun me presiona desde sus manos a su cuerpo.

Una de ella libera mi espalda, y busca mis caderas.

Y luego mis senos.

Recorre,

Con suavidad moldea.

Y levemente presiona,

Mientras acerca su boca.

Pellizca mis pezones.

Su boca desciende hasta ellos.

Suelto un gemido.

Mi gemido es suave, es pequeño.

Pero se intensifica en el aire.

Y percibo su sonrisa.

Es una música esperada.

Que comunica perfumes de encuentro.

Que se evaporan en el aire en una combustión de aromas.

De mi perfume azul.

Y su aroma a cítricos dulces.

Lo observo morder, mientras se despiertan mis gemidos.

Lo veo y lo siento decender hasta mi vientre.

Mis dedos enredados en sus cabellos.

Sigo descubriendo aun tumbada en la hierba parte de cuerpo.

Lo siento sobre mí.

El regresa a mi boca.

Uno de sus brazos le da equilibrio a su cuerpo.

Mientras su otra mano me recorre.


Me mira.

Me dispara otra vez esa luz.

Mis ojos están húmedos de pasado.

Acerca su mano, y seca esos ríos de mi mejilla.

Y me besa, despacio.

Me besa.

Como si yo… fuera una fruta.

Que se consume lentamente.

Mientras me besa.

Sus dedos recorren mi cuello.

Mi cabello.

Mis labios aun entre sus besos.

Me mira y sonríe.

Su cuerpo busca un lugar entre mis piernas.

Su mano baja a mi cadera.

Y me da una posición correcta.

Un río de fuego de mi sexo, lo espera.

Lo veo sonreír.

Mientras se inclina.

Arqueo mi cuerpo y me acerco

Acorto las distancias.

Lo siento en mí.


Sus movimientos son suaves.

Pero aun así mi interior duele.

Duele, pero me abrazo.

Y sigo sus movimientos.

Y el sigue mis movimientos.

Mi boca abierta y húmeda

En su boca abierta.

Su rostro cae a mis hombros.

En cada jadeo.

De cada gemido.

Vuela el perfume de mi cuerpo.

Y de nuestro sexo.


El tiempo, es tan extraño.

Esto podría durar eternamente.

El ir y venir de nuestros cuerpos.

De un cuerpo de nube.

Y de un cuerpo de carne.


Aquí sobre la hierba.

Con árboles y aves de testigo.

Y soy también parte del cielo.

Como una estrella, que perfuma una nube.



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Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.