lunes, 15 de marzo de 2010

Cincuenta Faroles.











Insulta el calendario.
Lagrimeo unos besos.
Bajo el gris aroma.
De este cielo de la inquietud.

Dibuja tus respuestas en mi espalda.
Mientras decido que preguntar.

De esta penumbra.
Prefiero la sombra de tu perfil.
En un caminito empedrado.

Amor dolor.

Retazo del silencio que flota como bandera.

Adiós adiós.

No me voy.

Solo digo eso.
Porque amanecí florecida de tango.

Y adiós, adiós.

Es un grito descocido desde el fuelle.
Para que tu abrazo me retenga.

Cincuenta faroles.
Cien tristezas.

La calle en que susurre a tu boca fría.
Hasta encontrar la húmeda tibieza de tu lengua.

Mira desciende la luna... un instante.
Se cuela en nuestro abrazo.
Y queda dormida en nuestro pecho.
Ahora.
No podemos alejarnos.
La luna caería al suelo.
Y se partiría como una frágil esfera.


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Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.