lunes, 12 de abril de 2010

Soy una Anciana.




Mis quereres no bastan.

Ni la luz de mis manos encendidas atrayendo al alba.

Ni el fuego azul en mis retinas, sosteniendo la mirada del agua.


Mis perfumes se oxidan en la memoria.

De los que no entienden mis palabras.

Solo los espíritus de aire

Le pueden dar su luz al viento.

Para que emprenda su danza.


A veces regreso a ser la semilla.

Por tanto dormir en las ramas.

Y soy una constelación tan pequeña.

Que no me ven a cincuenta centímetros de distancia.


A veces la suerte de la roca, inunda mi cuerpo.

Y solo puedo vibrar si me hablas.


No te doy piel.

No me das agua.


Anoche.

Otra vez mi pecho abierto.

Tu puerta sin cerrojos.

Tu dolor entro en mi cuerpo.

Con su rostro de ángel.


Me lastima el silencio de la muerte.

Que persigue nuestra carne.


La bolsa de huesos, y hojas secas del árbol de los campos de la nostalgia.


La campana, comienza a gritar su furia.

Un dolor.

Dos dolores.

Tres dolores.


Sangre.


Mis manos atraen a las aves por que parecen alas.

Todos los extraños picotean mi conciencia, por olvidarte.

Soy una anciana de mil quinientos años.

Que aun mantiene la frescura en la frente.

Su cabello blanco y ceniza, y un extraño aroma de sándalos.

Mi voz aun es clara.

Aun son firmes mis pasos.

No hay debilidad en mi columna.

Se mantienen jóvenes mis oídos, mis ojos, y mis labios.


Soy una anciana triste, alegre, despreocupada.

Que olvido su nombre el primer día de su vida.

Y lo recuerda cuando tú le hablas.

Soy esa anciana, de mil quinientos años.

Con mirada de agua.


Con luz en llamas sostenidas en la manos por atraer al alba.


Ahora, me despierto en el centro de mi muerte.

Sostenida de estas flores blancas.

Respiro mi sombra.

Y suspiro la vida.

Me enfrento con los ojos cerrados.

Al espectro de la noche.

A sus nieblas, y a sus garras.


Talvez muera mi muerte.

Y no la beba despacio.

Talvez olvide el nombre de mis padres.

El de mis hermanos.

Talvez olvide mi cuerpo dormido sobre la nube.

Que consuela mi norte, cada vez que caigo.


No es necesario que me entiendan.

Que me recuerden.

Que miren mis ojos, que sientan mis manos.

Si sienten el aroma, que yo siento.

Yo lo siento en los labios y en los ojos, en la luz de la mañana.

Lo siento en las esquinas de mi sueño.

En la ventana aireada de mi alma.

En el sol de mi noche oscura.

Asomado en el pecho de mi locura.

Mientras destejo las frases para alejarme.


No es necesario que cuenten mis años.

Los dije y los he olvidado.

No calculen por los pliegues de mi corteza,

Los dolores que ya me han matado.


Observen mi luz, la sonrisa de mis labios.

La intención de mis ojos.

Los dibujos de mis manos.

Se conoce más de mi espíritu cuando lo dejan callado.

Cuando no le preguntan quien es.

Se eleva y habla despacio.

Le canta a la luna, la sostiene entre los hilos de sus ilusiones.

Los que caen de los rincones de los universos mas alejados.


Mi luz estalla su esfera.

Penetra mi sueño.

Olvida mis pasos.

Nunca camine, la muerte.

La muerte estuvo a mi lado.

A la altura de mis hombros.

A la altura de mis labios.

A plena luz del día.

Mirando entre los árboles.

Mantiene su forma de ave oscura.

Inmensas telas.

Robadas al vestido de la eterna noche.

Visten su cuerpo de sombras y humo.

Y gritos lejanos.


Respiro mi luz.

La de mis padres.

La de mis hijos.

La luz del aire, del agua.

Incendio nuevamente desde mis manos a mis pies descalzos.


Respiro mis mil quinientos años.

Otra vez la vida, juega a besarme.

Y me roba un suspiro a mitad de un sueño.

De hadas, duendes, arboles, magos y lago.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.