domingo, 18 de abril de 2010

Mi nave azul







Si pudiera vivir como el agua.
Tan suelta.
Tan vacía y a la vez tan llena.
Si pudiera apagar mi rostro inundado de sal.
Y besarlo con la docilidad de la lluvia.

(Este es uno de esos días en que nada sale bien)

Todo se estrella.
La nave de mi locura, choco con una nube.
La nube salio mas herida que mis sueños.

Era una bella nube.

Una de esas que se podría haber convertido en estrella de mar.
Pero ahora… pobre nube.
Flota sobre la superficie del agua aturdida de dolores.
Después de que estrelle sobre ella, mis ojos y sus profecías agudas.
Mis ojos y su oscuridad.
Era una nube de espuma y ahora es una nube gris de tormentas inevitables.
Que reposa sobre el agua hasta cobrar fuerzas.
Pronto ascenderá por la escalera de brillos que la luna deja libre sobre el mar.

Este es uno de esos días en que mejor no me encuentran.
Día en el que quiero perderme, para no soltar esta maldición de aves negras.
Sobre los cuerpos desnudos de la selva.
Que viven entupidamente en danza de gritos, invocando animales y espectros.
Para que alimenten su sed espiritual.

¿Dónde dirigiré ahora esta nave azul que se estrello contra la nube?
¿Dónde conseguiré un taller que repare mi nave de locuras?

No he visto jamás en ningún barrio porteño, una casa donde hagan refacciones espirituales.
Y el trabajo de mecánica no lo puede hacer una bruja ni un curandero.
Ni un artesano, ni un verdulero.

El trabajo de mecánica en mi nave es muy especial.
Los engranajes son muchos de ellos de caramelos.
El motor, es un círculo que gira alrededor de un sueño.
El sueño tiene un núcleo amarillo y blanco.
Que desprede perfumes de diferentes frutas dependiendo del día.

La nave tiene dos hélices que son pequeños molinos que desprenden suspiros de música.
Que se disparan a cada rincón del mundo.
La estructura es cristalina, casi transparente, a veces dudo de que exista.
Pero así es mi nave azul de locuras, a veces de cariño.
A veces de ternura.

Este es uno de esos días que mejor olvidar.
Apuntare cada minuto, lo haré en un papel frágil, liviano.
Lo dejare en el suelo del patio.
Y esperare a que una buena brisa, a que un aire amigo, haga que mi día vuele lejos de aquí.
Y así llegara la noche.
Se hará otra vez de mañana.
Y gracias a mi triste habilidad de olvidar las cosas o confundirlas con sueños.
Creeré que nada a sucedido.
Y que mi día.
Es parte de un cuento.
Un algo loco, un poco ficticio.
Que mi nave no esta dañada.
Que la nube no esta herida y que no me mira enojada desde el agua.
Mientras la luna le suelta la escalera de brillos.


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Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.