viernes, 18 de diciembre de 2015

La palabra es un enredo.

El cuerpo se me hace un nudo, las palabras se escapan de la boca.
Muero dentro de mi, es tan frágil la existencia, para aparecer  o para dejar de hacerlo.

En lo lejano del paisaje la penumbra pareciera un lugar habitable. Pareciera que es un lugar amable  donde perder el cuerpo, los ojos, la vida, pero en la penumbra de las sombras se nos apaga poco a poco el espíritu.

He cometido terribles errores, arrastrado en mi suerte a los míos.
Conocí la culpa, la sensación de estar perdida, la herida genuina apareció en mi, esa que nos atraviesa el estomago, y nos recuerda la fragilidad de nuestro tiempo y nuestra vida. Y aunque a veces sienta que lo he trascendido, el latido de la herida sigue ahí, sigue aquí, dentro de mi.

Hoy comprendí que hay animales salvajes corriendo a lado de hombres bobos, que no logran percibirlos por mirar su móvil, y así, siempre así. Una melodía cruza todas las distancias, pero en la ventana del cuerpo alguien cierra alma, y se abre el ruido como una sombra que lo abarca todo. 

Una mujer se pone su armadura y se abandona  a la respuesta del espejo.
Olvidamos nuestra piel cuando buscamos vernos desde la mirada de otro.

El perfume nos invade desde el verde, basta mirar por la ventana, ejercitar los ojos, buscar mas allá de los lugares comunes, donde los lugares se vuelven milagrosos.
Pero no podemos, no queremos, no sabemos.
Somos rígidos como la piedra, capaces de rompernos al mas simple toque.
la música esta muriendo.
La luz esta muriendo.
El perfume se intoxica.
el alma llora.
Y aunque todo parezca perdido, uno sale al trabajo, uno sale al día, nos arriesgamos a la vida, nuevamente, a que la rutina nos golpee, a que el mundo nos lastime. Pero mas allá de nuestra humanidad el paisaje respira, y transmite alivio.
Los arboles a pesar de nuestra  fragilidad, nos contemplan, nos renuevan, nos guían. Siempre están ahí, en el melodioso silencio de las horas, de los días, jugando en el aire, convirtiendo su espíritu en ave, su raíz en río, fluyendo y fluyendo por los siglos.

Comprendí, que el puente natural entre mi espíritu y mi cuerpo,  se encuentra en la contemplación natural de las cosas mas simples, aquello que siempre ha permanecido, como algo ordinario, cotidiano, hasta insignificante. El sonido en la cocina, el vidrio empañado por la luvia, la sombra de los arboles jugando con mis pasos mientras camino.

De todas formas soy una simple mujer domesticada por mandatos sociales, y para ser libre de mi  tengo que ser libre del propio tiempo, del propio cuerpo, y de toda expectativa que atraviese mi mente respecto del mundo.

Entonces fracaso en mis intentos desesperados de ser sin serlo, de habitar no habitando, de estar sin estarlo, de ser parte y no sentirme parte de nada en absoluto,  ni de tiempo, ni de lo que otros llaman vivir la vida, lamento quizás a veces no ser parte de lo que los otros habitan. 

El cuerpo se me hace un nudo, las palabras se escapan de mi boca, el tiempo se filtra en mis heridas, soy una absurda criatura de la repetición sin sentido, ahogándome en la monotonía de los días.

Pierdo la fe, entonces la busco en los paisajes equivocados, inevitablemente fracaso, luego  siento como el corazón  se envuelve, se contrae, se hace mineral, rígido, inalterable, inalcanzable, incomprensible criatura herida, comprendo la ironía. De todo esto trata la vida. 

Como un ave que ha vivido la jaula al encontrar libertad no se volar,  al primer intento me vuelvo presa del mismo aire, me dejo embriagar por el perfume de una selva muy lejana, y en mi afán por alcanzarla lastimo mis alas chocando contra espejismos.

La palabra es un enredo, el cuerpo se vuelve nudo, la energía no fluye.  La palabra es un enredo y aun no comprendo  de dónde viene ni a dónde va, simplemente la voy hilando, y en ella  me tejo y me destejo, siento como el corazón sigue intentando librarse del enredo, pero lleva atravesado cada uno de los hilos. 

1 comentario:

  1. Me ha gustado la experiencia de leer en flujo de conciencia, como parece que se escribió, sin saber que al final sería el lenguaje que unificaría este retrato de sensaciones y conflictos. La poesía muchas veces sorprende.

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Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.