Nadie puede saber mas de nosotros que por aquello que dejamos ver. Es difícil comprender que somos lo que exteriorizamos, así como lo que nos guardamos dentro. Entonces por muy maravillosos que algunos sean, encerrados en pequeños universos, solo nos oscurecemos, y en lugar de transmitir nuestra señal de luz, dejamos ver nuestra sombra mas oscura.
A veces uno procura con una red muy fina, capturar diminutas señales y con ellas iluminar un día, pero a la larga caemos en cuenta, que la luz propia es suficiente, y que de su oscuridad cada uno debe hacerse cargo sin que lo demás interfieran.
Entonces ahora: No busco, no llamo, no intento, nada que no sea para mi. A penas asomo el alma por esta ventana, comprendo, el individualismo es una cosa sencillamente fea, que nos llevo a perder la empatia y a considerar al otro inferior a nosotros, quizás más débil, quizás menos importante y así actuamos con ellos, de forma fría, de forma triste. Olvidamos lo simple y maravilloso de la ternura. Su profundidad. Su capacidad de unirnos y a la vez hacernos libres.
Ahora simplemente dejo de insistir cambiar el rumbo de los vientos, y así no me quiebro, no me rompo, no me fragmento, no busco, no llamo, no intento, no lucho por nada que no sea para mi. No soy mas que esto, una mujer de tierra, una mujer de cielo
Solo recorro mi parte del camino, si quieren encontrarme deben caminar su parte del camino hasta mi. Ya no regalo atajos, ya no cuento secretos, el corazón se estropea en los intentos, parece ahora una triste criatura aleteando un triste vuelo contra la lluvia y el viento.
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