Debo confesar, sé de la tristeza y de sus fríos mantos para abrigar las noches, las horas liquidas que inundan mi interior convirtiéndome en una extraña criatura inestable.
Debo confesar, sé del dolor, de su forma penumbra, de sus garras metálicas corrompiendo la superficie de las cosas simples.
Pero también sé de la tibieza, de un sol recién nacido latiendo en el interior del universo igual que en el interior de mi corazón.
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