jueves, 13 de mayo de 2010

Complicado II



No me puedo despedir

Mis labios juegan a ser silencios.

Pero siempre me gusto más el sabor de la música.

El ruido me cerró las ventanas de forma violenta.

Y desnude mis manos de la filosofía cotidiana.

Para abrirla a fuerza de susurros.

A fuerza de calma.


Mi espada no tiene la forma de un dragón, ni la del acero.

Apenas me protejo con mis parpados mudos.

A penas me escudo en un color.


Y la luna siempre me presta el lago de su esfera.

Para sanar de los dolores, que me confunden con su nido.

No es cuestión de bálsamos, de venenos, ni de elixires.

Amar es diferente.

Sonríes.

Sonríes por que algo tibio eleva la sonrisa desde las comisuras de los labios.

Pero también abres el dique del llanto.

Porque algo también se acurruca en el centro de tu cuerpo.

Algo frío dependiendo el ciclo de la luna.

De los encuentro o de los abandonos.


No me puedo despedir, mis manos intentan.

Girar la llave.

Mis manos intentan cortar el aire.

Mis manos intentan escribir el fin.


Pero mi lado derecho es toda una ausencia.

No me puedo despedir, si no estas.

Si no escuchas.

Si no miras.


Y sin querer otra vez se asomo la pena.

Se asomo la tristeza.

Es lo que sucede cuando en verdad no te recuperas.

Caminas unos días por el color de la senda.

Y luego caes en oleajes de nostalgia,

A la soledad fría, oscura.

Anestesiada de palabras en algunas poesías.

Y el árbol que era de cristales.

Ahora tiene hojas metálicas.

Y agita su ruido en la tormenta.


Y no quiero.

Y no puedo.

Y no sé.

No sé como despedirme.


Algo de mi se va lento.

Muy lento.

De vez en vez se detiene.

Espera distinguir algún perfume desde mis ojos.

Pero nada veo.

Nada siento.

O es que siento todo.

Todo tan profundo y tan verdadero

Que se me lleno de moretones el corazón

Que se lleno de rocas mis ojos.

Y ahora ya no se elevan.


El mundo se oculta de la magia.

Y yo me oculto de los finales.

Estoy a mitad de la esfera de mi sueño.

Con un puñal en las manos.

Solo quiero matar un ave.

El ave que lleva mi espíritu.

No es bueno que siga en el aire.


Debe sumergirse en la tierra.

Como lo hace mi cuerpo.

Sumergido en el dolor de esta tarde.

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Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.