Y junta… una, a una, piedras, caracoles,
Esferas.
Algunos juguetitos pequeños.
De un plástico ya herido por los años.
Unos papelitos de boletos viejos.
Mientras ese instrumento de cuatro cuerdas.
Los dedos se sumergen.
Se deslizan.
Acarician y rompen los cristales de mi alma.
Una y otra vez.
Pero es increíblemente bello y doloroso.
Permitir el paso de la música en las fibras de mi alma.
Que me desangre, me hunda.
Que luego me eleve,
En los acentos de esa voz
Que despliega fuego y sangre en cada nota.
Y junta… junta mi alma en los bolsillos de su pena.
Todos los recuerdos.
De estaciones de tren.
De paradas de colectivo.
De paraguas abandonados cerca de los árboles
Por no resistir una ráfaga
De furia del viento.
Allí junto esos paraguas.
Debería dejar algunas veces mi corazón tierno,
Con sus alambres doblados
Su tela desgarrada.
Mostrando sus huecos.
Mientras junto mis dolores
Derramados entre bolsitas y canastos,
Que también están heridos.
Si yo hubiera sido canasto o bolsita de sueños.
Tampoco querría que me llenen de dolores viejos.
De tristezas de penitas lejanas
Que vienen a derramar gritos y ausencia.
Pero la vida es tan mágica como dolorosa.
Y cuando el fantasma del tiempo o de la distancia besa la sombra.
Se me fractura el alma.
Y vuelco mis dolores.
Es un parto doloroso.
De todos los días
Como el que tiene el horizonte cuando el sol nace en fuego.
Me nacen los dolores.
Pero los cubro de flores en el canasto.
De los sueños.
Mientras le canto canciones inventadas.
A horas de madrugada, donde la luna me anticipaba
Que para vivir también hay que abrazarse a los dolores.
hola, niña linda... leí tu poema y me fascino, muy bonito, me llegó al alma, mi alma también fracturada por dolores que me cruzan como tormentas...
ResponderEliminarQue bonito poema!!!
ResponderEliminarCrudo/real de imágenes tajantes
Y hermoso a la vez...
Sólo pasaba por aquí.
Dani..