Un calendario suspira hojas secas.
La estación se retuerce en vías por encontrarme en un vagón.
Pero me llego la pausa de la ausencia que demora los perfumes presos de la última nube que rompió la aurora.
Preludio de tormento el silencio en un gemido del corazón.
Y el reloj es una calesita de duendes.
Todos lo demoran, todo lo aceleran.
Depende la canción que acompañe a sus juegos.
Depende el ritmo que da música a sus talones.
Mi calendario grita sus agonías.
En cruces sobres los días.
Muerto el lunes el martes, vemos atento fallecer el miércoles.
El miércoles no entiende, “recién estoy nacido”.
Es verdad.
Pero desde que naces mueres.
Ese es el destino de todas las cosas que respiran.
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