Cierro lo ojos.
No es la última vez.
Cierro los ojos.
Y cierro el mundo y la vida.
Solo por un rato.
Unos minutos.
Unas horas.
Si no me nombras.
Tal vez por unos días.
No entiendo la filosofía.
Me nombras y existo.
Me nombras pestañeo… aun con los parpados bajos.
Respiro el perfume de tu voz y mi nombre en el aire.
Y existo.
Es simple.
El espejo.
El lago.
El charquito donde se ahoga la luna, entra en un vaso.
Es simple.
Que no estoy, que no estás… lo sabemos.
Ninguna superficie puede contener nuestra piel.
Mejor que nuestro cuerpo.
No entiendo la filosofía.
Me nombras y existo.
Pero, si…
Te callas.
Te ausentas.
Cierro los ojos.
Me recuesto en el árbol de plumas y cristales.
Y espero, aguardo.
El próximo ciclo.
Las maderas que vibran y perfuman en el aire.
Lo saben.
Las horizontales líneas de fuego del cielo.
Cuando llega esta hora de la tarde.
Lo saben.
Si no me nombras.
Cierro los ojos.
Hasta el próximo ciclo.
Nadie muere.
Nadie mata.
Solo cerrare los ojos.
Conciente.
Quiero hacerlo.
Cuando el aire nuevamente traiga mi nombre en su perfume.
Volveré a parpadear.
Aun dormida.
Despabilando los espíritus que duermen en mis parpados.
y que se disparan desde mis pestañas.
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