Domingo temprano.
Amanecido desde los ecos de las calles de piedras.
De las ventanas-balcones
De las mujeres-princesa.
De noches sin nombre.
Perdidas en los resplandores de otro farol que desvanece.
Y se muere el descanso,
En un grito de grillo que es recién pisado.
Nadie reparo en su-mi suerte.
Suerte la añoranza del rocío que tiembla de las macetas
En los canteros de las veredas.
Desde aquí también puedo tener mi retazo verde.
Domingo que bosteza
En un charco de plata sobre un tejado.
Domingo de continentes comprimidos.
Domingo de destino en demora.
Domingo de cisnes.
Mañana de no estas y no estoy.
Y te nombro en las oficinas del sueño
Por alto parlante.
“se solicita su presencia, es con carácter de urgencia,
Querido señor”
Y los parlantes se sonríen
Mientras repiten los reclamos de mis quejas.
No es reaclamo
Es casi una canción.
No es lamento
Es una frase domesticada por el tiempo.
La frase de estar y no estar.
La frase de castillos de escarabajos de arena.
Frases túnel de domingo.
En un porteño Buenos Aires.
De malos aires de nostalgia presa.
De labios secos de estación de tren.
No es dolor,
Es broma.
Será dolor después.
Ahora es simple preludio de besos.
No es dolor.
Es otra desnudes de piel de letras.
Es otra forma de parir versos,
Desde los escombros de mi corazón.
Y el otoño besa mi sabana con arrullo de hojas secas.
Domingo temprano, que mientras nace muere.
Que le da color a los sabores del desayuno.
Y le da sabor a los recuerdos de la tarde.
Y le da dragones de sombra.
Para los cuentos que escribo desde el jardín.
Y le da horizonte a mi sed de cielo.
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