Difícil... la noche.
Que abraza de costado,
Y te empuja a los bordes de la vereda.
Te deja medio tumbao´ en la calle.
Que es mejor si decimos “caye”
Para estas horas.
¡Buenos Aires!,
“Mí, Buenos Aires querido”.
Todo lo transformas.
“Barrio, barrio, que tenes el ama inquieta…. La ra la la la la lá”
Y ahora te perfilas.
A florear tu tristeza… que parece una ausencia de muletas.
Insólita pérdida.
Perdida de equilibrio.
La tierra se arremolina en tu cabello.
Mientras sostienes entre los dientes.
El ultimo de los cláveles, de tu sábado trece.
La muerte insomne… que besa, las piernas.
Y deposita una bomba de cansancio y otra de demora.
Justo sobre la mano que debía proteger del golpe.
Tu mano cubriéndote del horizonte.
Y cae la tristeza… que inunda y sofoca las mejillas.
Dolor de Domingo que amanece.
Es un dolor curioso.
Es la razón aun más poderosa para el insomnio.
Saber que amanece.
Es cierto. Suelen tener las ciudades en las que uno vive los recovecos despiertos, amenazantes, los ecos encendidos… a veces no hay a donde esconderse.
ResponderEliminarComo siempre, sumamente redondo y contundente… y esta vez también, muy Buenos Aires.