Aguada ciudad de faroles.
Que rezonga muda.... el beso que le roba el viento.
El beso que lo roba el agua.
Rezonga, pero se deja besar.
Y cada beso viene con la humedad de un cielo.
Que se quiebra en nubes.
Que se rompe en profundidades de espuma.
Que apenas deja ver el recuerdo.
De que más allá de la lluvia habita el cielo.
Y ese círculo que alumbra el suelo.
Cuando el espejo de nubes lo deja de mirar.
Acordes perfuman el silencio.
Rompiendo en olas desde la sombra.
Y viajan suspendidos.
Desde el fondo quieto de mi espíritu
De verano muerto.
Pisa el otoño.
El crujir de mis emociones es de esa naturaleza
De hoja dorada..
Hoja seca.
Hoja mágica de resplandores.
Que proyectan nuevas historias desde los jardines.
Alfombrados de amarillos, y marchitos verdes.
El beso de la lluvia desnuda de luz los rostros.
De los soñadores que salieron a transitar el aire.
De los que felices pasean.
Dando bienvenida a las hojas.
Que se desprenden de los árboles.
Cada vuelo de rama al suelo.
Es motivo para pedir un deseo.
Al Dios que vive en los parques.
Hoy es un día de humedad.
De gotas danzarinas en los vértices de las hojas.
Que suspiran sus clamores de alas.
Cada hoja es un ala pequeña en el cuerpo de una planta.
Y la tierra absorbe y devuelve en vapores.
Y se me nubla el alma desde la ventana.
Y se me nubla el sueño.
Pero la luz de esos faroles.
Siempre me prestan sus intenciones de fuego
Aun en la profunda oscuridad de estos desvelos fríos
Taciturnos de los primeros besos del otoño.
Y este es el principio de un dolor más grande
Que medicare con perfumes,
Que medicare con música
Que anestesiare con palabras.
El dolor es un insecto recurrente de todas las estaciones.
La lluvia es una ave de plumas liquidas y húmedas.
La música es la voz de mi espíritu en el aire.
Tu voz es la brisa que levanta la tierra,
Cuando las gotas caen en forma de caricias
Para consolarla.
Tierra que duerme
Despierta y nos mira,
Y vuelve a sus sueños de raíces y agua.
Y vuelve a sumergirse debajo de los puentes
De las piedras, de los pies y de las plantas.
Y estos acordes que me dan la orquesta de cristales.
Aguados silencios en círculos de los charcos.
Me despierto, para parpadear como hace la tierra.
Y volver a sumergirme en mis emociones profundas.
Profundas y extrañas.
Extrañas de naturales.
De naturales y mágicas.
Y navego en el oleaje de mis emociones.
Buscando un faro de recuerdos.
Para acercarme a esa orilla calida.
Que me dan los brazos que espero.
Y los acordes, que no sé bien... si son de cuerdas.
De instrumentos musicales.
O si son los sonidos del viento.
Rompiendo en las hojas y en las ramas.
De otra vez… esta aguada Buenos Aires.
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