Naufragar no es tan peligroso.
Si cuando mas perdidos estamos.
Las olas nos conducen a las orillas del sueño.
Del más extraño de los sueños.
Sueños de molinos que se despegan del suelo,
Y vuelan desprendidos.
A cada giro, color.
A cada giro, dos voces.
Mi corazón, y mi cuerpo.
Cantan entre las mismas cuerdas.
Mezcladas entre las ramas de un árbol.
Completamente azul.
Y las piedras de la orilla,
Son caparazones de tortugas.
Que cansadas de jugar.
En el aire y en la tierra.
Se durmieron un par de siglos.
Creo que mi espíritu durmió con ellas.
Antes de llegar a esta orilla.
El agua nos reinventa.
El sonido de nuestra voz bajo el agua.
Es un claro en medio de una tormenta.
De oscuras guerras.
El asfalto de la calle.
Se vuelve tierra.
Y las veredas.
Se convierten en puentes inquietos.
Que nos conducen a un lado y otro del planeta.
Las olas nos conducen a las orillas del sueño.
De caramelos sin envoltura.
Que llegan volando a nuestras bocas.
De pelícanos transparentes.
De serpientes violetas.
De escarabajos dorados.
Que duermen colgados de los árboles.
Entre los pequeños monos amarillos.
Que hacen girar con sus saltos a esta esfera.
Sueños de cielos verdes de agua.
De estrellas amarillas limones.
De voces que susurran a la mañana.
Sobre los oídos del amor y de toda las cosas.
Frente al portal de mi propia vida.
Me detengo y te observo.
Mi cuerpo es mi templo.
Un templo para este espíritu de perfumes y flores
Que alimenta las estrellas.
Naufragar no es tan peligroso.
Si nos entregamos al océano de los soles.
Que entibian los sueños.
Las olas nos dejaran a orillas de nuestros propios deseos.
Entre juegos de mariposas amarillas y naranjas.
Que recortan en triángulos pequeños.
El cielo con sus aleteos.
Naufragar en mi sueño.
Y tener tantas imágenes.
Tantas, y tan locas.
De noche y de madrugada.
Es bueno.
Si antes de despertar.
Entre la confusión de seres mágicos
Te encuentro.
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