Aprendí a retorcerme en una página en blanco y a dejar que mis dolores se conviertan en signos de expresión… mientras, como animales salvajes, las letras se desprenden de mis dedos. Dulcemente aúllan, gruñen, desgarran la piel de la palabra y se hunden feroces en la poesía… y me duele, me duele el alma porque hay noches en que mi nombre solo lo conoce la lluvia, y soy muy de lagrimas para la luna, soy como un mar verde-azul en el interior de mi cuerpo, pero tan castaño como mis ojos y tan débil como las aves de mis labios buscando la boca del mundo para beberse el cielo o el amor.
Lentamente se nos va acercando el corazón a la lluvia y renacemos como un sol de primer día.
Un campo nuevo se abre a los pies humildes de la distancia descalzos y sucios de caminos, esos que van trayendo peces y duendes entre las uñas.
Hay una mujer tan joven como el viento destejiendo el día desde el horizonte para que nos llegue la luz a través de los arboles con esa desnudes primitiva del color y la vida.
Baila la mujer del humo cuando el fuego se apaga en las líneas de la superstición, baila desnuda como el cielo sin lunas como el cielo sin cielo solo un lago aéreo de esferas que giran y brillan y aletean perfume de nubes a su alrededor.
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