viernes, 22 de julio de 2011

No tengo ojos.

No tengo ojos para la mañana, porque sé que vendrá un día tan oscuro como la noche a escupirme su voz fría sobre el rostro
No tengo ojos, de verdad no los tengo

No tengo ojos para la mañana, ese instante del tiempo en que el cielo parece un juego de cuchillos sobre  el paisaje del silencio

No tengo ojos para la mañana, no tengo voz para nombrar al dios  enfermo que me lleva a arrodillarme sobre mis fracasos amontonados como piedras

No tengo sueños

... y mis parpados como fuertes guerreros se interponen entre mi mundo y el mundo de afuera
Todo desaparece
Aunque aquí en el interior de mi misma estoy llorando
Me duelen el alma y las piernas
Me duele el rostro por recibir sobre mis mejillas el dolor y el frío de sus lágrimas negras




... soné que estaba en tus manos, gemí, y lloraba el placer supremo
Soné que estaba en tus manos, que eras el mismo dios del infierno
Me apagaste con los labios sellando mi amor con tu silencio.

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Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.