La palabra del hombre es fuerte como el metal, y liquida como el oleaje que arrulla la barca de Caronte. Lamento la desafortunada metáfora, pero el dolor es tan profundo como el cielo que se aleja mientras escucho las palabras filos... y la terrible voz del agua.`
Soy llevada a la noche en la mansa quietud de mi tristeza, en la inmóvil voluntad de mis ángeles. De ambos lados de las aguas hay guerreros, de ambos lados hay dioses y plegarias. Apaga la noche al mundo, y el mundo despierta ensombrecido de distancias. Que sorda es la quietud de los arboles y sus aves, los gigantes contemplan la tormenta sin parpadear siquiera, mientras el cuerpo de los hombres se deshace en las palabras. Por dios, como quisiera ser solo el silencio, y no este desorden de sensaciones en la carne... por dios como quisiera ser el silencio, y no esta muerte en cada exhalación al perder el alma. Ya no pasees por mis ojos, ni por mis letras, ya no frecuentes, mi calle, mi cuerpo, mi casa... dejame en la muda quietud de la noche... para que me encuentre el alba y me ame, como a la ultima hermana nacida desde el mismo vientre de la tierra y de la luz, como a la mujer que ha enfrentado al dolor con su carne... y la noche se apagara en los espejos como una simple vela que apunto de morir arde
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