Realmente no sé si alguien ve los pájaros
Sus alas cuchillas, sus sombras negras
O como los arboles se tuercen al peso de sus plumas tijeras
No sé si alguien ve las aves que me llevan
A veces se parecen a la muerte
Otras tienen el rostro de mi madre o de mi padre
Mientras toda la tierra tiene el perfume de mis dolores
Florecida de ausencias
No sé si alguien puede oler la sangre de las manos en los ángeles
Todos están distraídos en sus alas
No sé si me vieron pedir ayuda sobre las montañas de piedra de olvidos
O bajo las nubes tormentas de cielo
Y mis ojos se suicidan no saben nadar en el mar
Hay muchas bestias con espinas espadas o con voces fantasmas
Que aniquilan mis fuerzas, sus fuerzas entre aleteos y círculos liquidos
Al despertar descubrí para mi pena que no hay nada
Y no habrá sobre mis labios una palabra sagrada, un susurro de la naturaleza
La verdad se rompió en los cristales de las ventanas que daban al este
Y no habrá sobre mis manos la señal de las caricias de las luciérnagas
Todos prefieren los insectos
Nadie busca las aves que despiertan cielo
Y no habrá filosofía que comprenda
No habrá psicología que construya nuevas teorías sobre mis ideas
Sé que no estoy muerta, pero no respiro
No llega el alivio a mi voz ni a mis gritos
Sangro la tierra, lloro mi pena
Me ahogo en las siluetas recortadas del árbol de mis tristezas
No hay pechos que acunen que protejan
No hay manos que me acompañen con sus armas en mi guerra
No hay dios que sostenga sus ojos sobre mis ojos
No hay agua en los lagos del tiempo
Reflejos de cielo
Cielo, no hay cielo
No estás arriba protegiendo las aves
Estas abajo entre las llamas de mi infierno
Y no estoy
me he ido
me he ido
Las aguas en el medio de mi cuerpo
Me dan el único sitio en el mundo donde puedo desaparecer
Me dan el único sitio en el mundo donde puedo desaparecer
Voy sorbiendo la sal de mis miedos
Devoro mis huesos uno a uno hasta desaparecer
La calle está a oscuras
El asfalto es un nuevo rio negro
A los lados, los arboles fantasmas, siluetas desesperadas de sombras cubren los monstruos de cemento
Y no hay nadie fuera, los silencios de la ciudad ladran sobre mi piel formas nuevas de la ausencia
Una boca desesperada de luna, la mía intenta ahogarse en el cielo
Y no hay nada
Mi corazón sombra se perfora con las luces de un nuevo amanecer
No hay perros, no hay mudos ni ciegos, sólo ausencia
Y silencio.
Para llorarlo, hermoso, Sabina!
ResponderEliminar"los dìas en vano no son dìas precisamente, son escalones incomprendidos de una escalera celestial: sòlo mira hacia arriba, hacia las nubes, y con ellas distrae tus pasos mientras sigues subiendo, aunque tropieces
ResponderEliminary si tus pies intentaran quejarse atàcalos a cosquillas!!!" O. F.
ni ciegos que atestiguen el levante, de ese argos que no deja de llorar con mil ojos, pero el oido sigue escuchando, y el dolor doliendo.
ResponderEliminarBesos