domingo, 31 de octubre de 2010

No quiero vivir en un barrio de putas


Vivía en un barrio de peces, peces y espuma. Era muy difícil doblar esquinas sin encontrar a un pez muriendo de sequia, muriendo de aire, muriendo de barrio, acorralado entre el suelo y el cielo, sin un pedazo de mar o de laguna.

Distinto hubiera sido vivir en un barrio de dragones, donde cada vez que intentaba bajar de un colectivo, un monstruo con cara de dinosaurio te escupe su fuego.

La verdad es que esto no es  una buena historia, ni es lo que quería decir, esas palabras son como moretones sobre el papel, traen el recuerdo de golpes, algunas  de heridas, hay ese aroma tan extraño que deja la sangre sobre la piel.
Sigo escribiendo porque me alienta del teclado para hacerlo, lo maldigo, siempre lo hago
-¡te maldigo por no ser piano y porque en lugar de darme esa melodía que yo necesito, solo me das desnudez!
Escribir es la desnudes absoluta del ser, es como llorar, pero sobre el papel.

Creo que quiero vivir en un barrio de mariposas y no hablo de putas, hablo de mariposas de alas multicolores, que parecen desprender magia de sus aleteos.

Este barrio me susurra en sus rincones, ya conoce demasiado de todos, cada una de sus calles ya ha llorado la muerte y llorado el milagro de cada primer paso.
Este barrio ha dado serpientes y pequeños conejos. Ha visto mujeres de horrible peinado, niños sucios y niños vestidos de blanco.

No quiero vivir en un barrio de plástico, donde nadie se conoce los dolores, pero tampoco quiero un barrio que vea primero mis cicatrices antes de saludarme.

Quiero vivir en un barrio sin faroles, ni nostalgia, ni fuelles que se desgarran desde alguna radio, pero no quiero perder la magia de ver el milagro, donde  un jubilado escucha desde la ventana de su cocina, los rumores de sus años, como si al escuchar  esos tangos viajara al pasado.

2 comentarios:

  1. SAbina, creo que de todos tus textos, este es el que más me ha llegado. Seremos vecinos, sin duda.

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  2. Amiga, como siempre… mientras busca su lugar (todos lo hacemos en muchos momentos) le dejo unas líneas de presencia y la convido de compañía.

    Sea feliz, poeta!

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Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.