miércoles, 27 de junio de 2012

Realidades I

A la princesa se le acabaron las palabras. Y ahora no encuentra consuelo.  Por eso siembra tormentas. Tormentas grandes, gigantescas tormentas, tormentas que en realidad no quisieron ser tormentas, solo nubes gigantes parecidas a ballenas.
Pero a ella se le acabaron las palabras, y por no poder decir lo que ocurría en sus manos, y en su mente, castigo a los arboles negándole sus ojos, dio la espalda al bosque y  a la ventana y al espejo, durmió profundamente.
El sueño de una niña que ya no tiene palabras, es blanco, con aves blancas que apenas se perciben, es un capricho del arte moderno, y del arte muerto.
A la princesa se le acabaron las palabras, ahora se la ve tejer una pequeña red. ¿Qué hará con ella? Ella misma  se pregunta en su mente, pero su ser no le da respuestas, ya nada se anticipa para ella.

Por suerte a mí,  no me sucede lo mismo que a ella, no necesito de palabras ni de redes. No me alimento de alegrías ni de tristezas. Tengo mi espíritu libre  en el árbol más cercano a mi cuerpo. Escribiré una historia que me endulce la noche, luego iré a dormir y soñare peces. 

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Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.