Busco la flor inalterable, la que no se preocupa por morir y perder pétalos, esa que guarda su perfume para la última pagina de un cuento. Y me duermo observando los arboles, mientras los cristales se deshacen líquidos improvisando una lluvia interior. Siempre soy la de este lado del espejo, mientras en mis otros ojos combate el invierno a espadas de hielos cortando los recuerdos.
Hoy, escribir es darle oxigeno al lenguaje que muere.
Acariciar la humanidad entera. Susurrarle “lo sé” porque solo es necesario que alguien más lo sepa.
Y el hombre abandona el puño, y la mujer abandona al hombre.
Y la caricia encuentra en el papel lo que la piel no puede contener.
Aunque ahora no se por quién morir, por eso moriré por todos.
A veces quisiera ser de trigo. Para hacer algún bien.
Ahora voy a morir al cementerio de todas las aves.
Mi cuerpo en el suelo se unirá a la tierra y de mis hermanas aladas y de mi, nacerá un árbol, hermoso árbol que durante los inviernos tendrá hojas y plumas invisibles en sus ramas secas.
bendita sea tu piel que susurra hermosas letras
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