jueves, 31 de marzo de 2016

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Dando pasos y mordidas a la aurora es como se amanece. Tibiamente me desprendo del reflejo, aprendo una danza nueva en la luz de mi vientre. Puedo iluminar y oscurecerme, tomo una elección divina, y voy aclarándome como el campo, como el cielo, como los arboles, como los valles... suavemente, verde, amarillo y tibios naranjas me inundan. Puedo respirar, lo siento en mis pulmones y en el cielo que despierta en mi interior. El nuevo universo cabe dentro de mi, crece en mi,  y me renueva. Cada partícula de mi vive una pequeña efervescencia lumínica. Me siento diferente, pero soy la misma, siento al mundo diferente pero es el mismo. Todos los sonidos se develan de una forma nueva, todas las imágenes se develan de una forma  nueva. Todas las sensaciones que antes conocía son diferentes pero son las mismas. He comprendido un lenguaje muy antiguo. Todo se comunica con mi interior.

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Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.