Me siento frente a la ventana como si me detuviera a
contemplar las sombras del espejo.
El mundo arde su rostro inútil, mientras su rostro sagrado trasciende la luz por fuera del vidrio.
Hay tardes en que siento que mis ojos no pueden contener todo este universo de contemplaciones, entonces dejo a las imágenes rebalsar en pequeñas barcas, cargando polen
de sueños, con la esperanza estúpida de
hacer algún bien.
Cierro la boca, y mi interior se asfixia, cierro los ojos y
mi interior se ilumina.
Busco el recuerdo del verde, del amarillo, de la mano
de Dios mordiendo los campos, del sexo de dios inundando todo.
Aparto el rostro a la ceguera cotidiana, busco un refugio.
Es temporada de hojas secas, y duendes suicidados en ojos
tristes.
Tengo el mismo apetito salvaje de siempre y definitivamente quiero morder la
luna como el sol al campo, como la mano de Dios muerde los espíritus.
Quiero hundirme en
su espejismo de no tener nombre, ignorar la voz de los hombres y sus palabras
repetidas.
Me encantan tus letras.
ResponderEliminarMe encantan tus letras.
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