Las palabras vienen a mí como aquellas naves que cansadas de huir se entregan a la profundidad azul de ese cielo escondido en el fondo del alma.
… y las palabras vienen a mí, solo las contemplo para ver que rostro llevara mi nombre al pasar por las ventanas para huir de todos.
Ya sé que mi mejor canción se bebe en ayunas, con una mano sobre el esternón, mientras la otra en las nubes se deshace en retazos.
Ahora solo camino descalza por la estación del Edén, ese lugar abandonado por las religiones.
Y aquí nada se desmorona, todo está patas arriba, pero nada se desmorona.
Ya no había nada por caer, solo el cielo y ese está bien sujeto a las alas de los pájaros de fuego que congregados en el espacio brillan eternos como un dios nuevo.
Nada tiene sentido en esta vida absurda, ya es de imaginarse que se confundan las flechas y que en lugar de cazar horas nos atraviesen las palabras.
No hay Alicias en mis libros. Solo pálidas Julietas cansadas de morir repetidas veces por amor.
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