domingo, 19 de junio de 2011

Sé del duende que se llevo nuestros ojos

Sé como medicar la noche cuando su estomago se enferma y solo puede vomitar estrellas muertas en el agua, hay que hablarle del viento, y nombrar al dios del tiempo con los labios frescos del alba, y con los ojos apenas entreabiertos, suspirar al cielo el dolor de la mortalidad de nuestros pasos.

Sé convertirme en la diosa de los ríos, en la mansa mujer que circula el agua, en esa salvaje de cuerpo desnudo y  ancestral  mirada, sé cabalgar la noche sobre los caballos enfurecidos de la distancia, esos demonios de miles de cabezas, y de metálicas patas.
Sé en qué lugar desaparecerme y desaparecer al mundo, a qué hora callar todas las ventanas, porque qué lugar la tierra besa los dolores, y porque paisajes alivia el alma, se callar los tormentosos motores del hambre inmortal de tener esperanzas… sé morderme a mi misma para despertar de los malos sueños a mitad de camino hacia mi muerte o el despertar de mis palabras.
Sé callar, y decir basta, plantar la bandera de mi corazón sobre el de las tormentas macabras
Sé de los hombres y sus almas
De sus puños y espadas
Sé de mi espalda en noches como esta, ciega de luces artificiales
Sé de tu pueblo, de tu humilde casa, de tu mesa vacía, de tus manos gastadas, de tu triste cama
Del paisaje roto en tu alma, sé de tu voz rasgada, de tus gritos… tus miradas, tus dolores, tus silencios,  y esa música con que despiertas a los grillos de tu casa
Sé porque lugar del cielo descienden las luces que se convierten en puentes en las noches en que el amor dice basta

Sé qué duende se llevo nuestros ojos
Sé  del ángel que mastico nuestras miradas

Pero saber es el dolor de las palabras, no es la cura para el alma, ni medicina para el tiempo en que me faltas.

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Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.