jueves, 4 de febrero de 2010

La tarde se desvaneció en aquella mesa.

La tarde se acerco muda y coqueta.
Me dio su mejor perfil sin encandilarme.
Se sentó distante de mí.

Sobre la mesa apoye mis manos.
Deje caer de mis dedos,
El collar de semillas roto hace unos instantes,
Mientras me quitaba la cartera.

La ventana devuelve imágenes de sonrisas en la vereda.

Alguien se acerca, limpia la mesa.
Sin verlo a los ojos le sonrío.
Advierto que me observa, levanto mi cabeza y lo miro.
Me devuelve la sonrisa.
Pido mi café.
Agradezco.
Se retira.

La tarde aun me observa desde aquella dirección,
Sin mirarme me sonríe.

Mis manos se abandonan sobre la mesa.
Mis ojos se abandonan sobre mis manos.
Mi mente se sumerge en ideas de pasado.
De mañanas.
De noches.
De ausencia.

Un libro a mi izquierda.
Guarda promesas.
No lo quiero abrir.
Tengo una página marcada.
De donde sacaste aquella frase antes de dejarme allí.

No la voy a mencionar.
Al libro no lo voy a abrir.

Mi café llega.
Sonrío.
No me gusta el café.

Agradezco.
Sonrío
Miro directo a los ojos.

Luego miro mi libro.
Tu libro.

Tomo el café, que no me gusta.
Termino contigo.

Dejo el libro.
Pago.
Me retiro.
La tarde, se desvaneció en aquella mesa.

3 comentarios:

  1. La belleza se comporta dotada de hermosos colores y matices. Asi puedo ver tu poesia y escrita!!!
    Salutos

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  2. Amigo, Muchas gracias.
    Un abrazo argentino desde aca.
    Sabina.

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  3. Si, momentos similares… atrapante secuencia de personajes, de objetos, de esos recuerdos que habitualmente vuelven sin que los llamen. A veces, cuando no queda más, las acciones se suceden como actos en un teatro, inevitables, contundentes.

    Me olvidaba! Cierto… No te gusta el café.

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Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.