domingo, 28 de febrero de 2010

Amanece

Mis manos.

Se hunden en mi cabello.

Buscan sentir mi cabeza.

Debajo de esta sombra.

De estas cortinas.

De brillos y de ondas.

Mis manos se hunden en mi cabello.

Mis dedos buscan mi cráneo.

Quiero arrancarme una idea.

El violín arranca paso a paso.

A cada respiración.

Un paso menos de distancia.

Desde la cuerda.

Que sostiene mis entrañas con el silencio.

Jala.

Una y otra vez.

Jala.

Me sacudo frenética.

Pero no me muevo.

Grito.

Lloro.

Imploro.

Pero no me muevo.

Apenas miro la sombra.

Sin levantar del todo los parpados.

Que quedan suspendidos,

Sobre mis ojos.

Como a mitad de persiana.

No levanto la cabeza.

Mis dedos se enredan en mi cabello.

El violín empieza gemir.

El sonido es una gran navaja.

Me alcanza.

Veo quemar mis piernas.

Respiro el aroma de carne quemada.

Pero no me muevo.

Pero no me muevo.

Amanece.

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Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.