Mis manos.
Se hunden en mi cabello.
Buscan sentir mi cabeza.
Debajo de esta sombra.
De estas cortinas.
De brillos y de ondas.
Mis manos se hunden en mi cabello.
Mis dedos buscan mi cráneo.
Quiero arrancarme una idea.
El violín arranca paso a paso.
A cada respiración.
Un paso menos de distancia.
Desde la cuerda.
Que sostiene mis entrañas con el silencio.
Jala.
Una y otra vez.
Jala.
Me sacudo frenética.
Pero no me muevo.
Grito.
Lloro.
Imploro.
Pero no me muevo.
Apenas miro la sombra.
Sin levantar del todo los parpados.
Que quedan suspendidos,
Sobre mis ojos.
Como a mitad de persiana.
No levanto la cabeza.
Mis dedos se enredan en mi cabello.
El violín empieza gemir.
El sonido es una gran navaja.
Me alcanza.
Veo quemar mis piernas.
Respiro el aroma de carne quemada.
Pero no me muevo.
Pero no me muevo.
Amanece.
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