El animal en mi despierta. A veces creo que lo he domesticado. Que él, herido de rutina, se ha ido muy profundo en mis recuerdos, olvidando todos sus rituales, todas sus costumbres.
Pero el animal debe ser libre en la tierra y en el cuerpo de los hombres y mujeres.
El animal es el instinto, es la percepción espiritual de todas las cosas.
Abrir los ojos, despertar como un nuevo animal y atreverse a enfrentar al mundo. A morderlo, a destrozarlo. Es al mismo tiempo, lamer sus heridas. No guardar rencores. Buscar compañía. Amar al hombre y temerle.
El animal en mi despierta, soy el ave milenaria que traga a sus enemigos y luego los escupe al fuego. Soy el pez sagrado, transparente y pequeño, diminuto como un brillo de luna sobre un charco, o como lágrima de lucero. Un pez capaz de viajar distancias cargando el peso de todos los demonios. Soy también la leona, la salvaje bestia que protege a sus cachorros. Soy el pequeño búho, custodiando la noche.
Soy la simple mujer que camina descalza, que se desnuda en la lluvia para sanar el pasado, que se suelta el cabello y es como si liberara a todos las aves. También soy la simple mujer que se desnuda ante el hombre, que se vuelve presa y cazadora. Que se revela ante los dioses y se atreve a tomar otro camino que el mundo de las ciudades construidas por los hombres.
El animal en mi despierta, el animal en mi desea liberarse del yugo de las sociedades tontas. El animal en mi solo quiere una historia verde para todos. Revolcarse en el pasto, perderse en los arboles, dialogar con los sonidos de la noche.
El animal en mi, fallece. Esta preso de mis malas decisiones. Esta preso en la rutina humana de estropearlo todo. El animal en mi llora en la puerta cerrada y me mira. Se acerca mi cuerpo y llora. El animal en mi, llora en la ventana cerrada y sus ojos son de una claridad maravillosa.
Talvez aquilo que mais inocente temos é o animal que há dentro de nós.
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