Tengo una mañana extraña, mi forma de doler también es escribiendo.
Las cosas son por que si, no porque las llame, no las invito a mi pecho.
Los dolores se toman libertades de amigos buenos.
Me visitan, me sonríen, me muerden, me quiebran.
Tengo esta mañana extraña, amanecida desde mi cuerpo,
Un conjuro de soledades que escupo al cielo.
No es por nada, y es por todos, marioneta entupida de huesos
Desde este grabador de ruidos hablo al mundo, al mundo mudo que se cree despierto.
Me disculpo por estas palabras, hoy no desayune mis manzanas
Y me falta la música del encuentro.
Me resisto a ser parte de un libro perdido,
Si no me dan vida desde los sueños, no despierto, no despierto.
Adelante, espántame estas sombras oscuras que como un humo maligno cubrieron mi cuerpo.
Si no me salvan del sueño, me convertiré en un recuerdo.
Mi piel será gris, serán grises mis suspiros, mis sonrisas, grises mis dedos.
Soy un film antiguo, entrecortado, apagado, mudo y gracioso.
Me muevo a una velocidad desproporcionada con los otros
Mi rostro trata de expresarse,
Pero las sombras oscuras tapan las partes importantes de mi relato,
No soy un bueno sonido para sordos.
No soy un buen fantasma en el recuerdo.
… y ahora
De donde vienen estas espadas que se hunden en mi cuerpo,
Cada tajo enlaza mi alma, con su corte me ata el suelo.
Y de donde vienen esos gritos que sostengo entre los dedos,
Por que pesa la mañana … pesa y camina, esta soledad sobre mis huesos.
No entiendo de estas guerras silenciosas de miradas.
No entiendo de las garras de los dientes, que me desgarran.
Observo, en silencio.
Mis lágrimas se han ido a otro lado, no son estrellas no son rocas,
Nos son libélulas que al agitar sus alas devoran las horas.
No son pasos que alejan los pasos de la sombra.
Este miedo es la bestia de siempre ronroneando sobre mi pecho, inflamando mi caja de huesos.
Detesto odiar, gritar y decir basta.
Odio mi rostro afligido, respiro un instante para afirmar mi sitio.
Aquí estoy, estas son mis manos, esta es mi sombra.
Esta es la energía que se desliza desde las palabras.
Mis suertes encontradas en la arena.
La muerte me sonríe desde la ventana,
Todo es esta distancia de cintas de fuego sobre el horizonte que respira.
El tambor del espacio estrellado de suspiros.
Las naves de mis secretos con sus velas oscuras
Perdiéndose en el abismo,
No quiero.
No hay bálsamos que corrijan mi destino.
Si este dolor me mastica, me tritura, escucho el crujir de mis huesos.
Tomo esta arma de plata, la observo desde todos sus costados.
Cierro mis ojos, evoco esos otros ojos que también son los míos.
Dejo que el estanque se quiebre, que se derrame la suerte liquida
Los peces se estremeces un instante, tiemblan dolorosos.
Después del silencio, empiezan a reanimarse se elevan vuelan alrededor mío.
El arma de plata entre mis manos, la suerte liquida llega a mis pies
Mis dedos humedecidos.
Siento ese frío, la soledad es un gran frío, un abrazo helado, que me obliga a llevar mis manos entre mis hombros y mis codos buscando abrigo, haciendo nido sobre mi esternón y mi estomago, con los ojos apagados, me detengo y observo… aun respiro.
El arma de plata en el suelo, la tierra se abre, poco a poco lo lleva consigo.
Me detengo viendo ese espacio en el suelo, donde esta mi ultima voluntad.
Hasta eso, he perdido…
Las lágrimas regresan, mi pecho recobra sus sonidos,
Mi cuerpo se mece, se acuna a si mismo.
En el transcurso de mi llanto miro a mis costados miro el cielo, miro el suelo.
No logro percibir ningún brillo.
Se pierde la línea del horizonte, todo es una cueva.
Todo es el espacio oscuro.
Solo escucho mis latidos.
muy grande Sabina, muy grande. Solo escucho mis latidos, es un muy buen verso. Los latidos son el eco de nuestra alma.
ResponderEliminarTodo es como una sabana fria que sin embargo te cubre, siempre hay sonidos... siempre...
ResponderEliminarMe quedé fascinado
un abrazo
andrés
Cuanta entraña. Nada de disculpas… Cuanta lucidez. Es muy difícil decir algo luego de tanto. Puede ser que las cosas sean como son pero, deseo lo mejor para vos.
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