El cuerpo se me hace un nudo, las palabras se escapan de
la boca.
Muero dentro de mi, es tan frágil la existencia, para
aparecer o para dejar de hacerlo.
En lo lejano del paisaje la penumbra pareciera un lugar
habitable. Pareciera que es un lugar amable donde perder el cuerpo, los ojos, la vida,
pero en la penumbra de las sombras se nos apaga poco a poco el espíritu.
He cometido terribles errores, arrastrado en mi suerte a
los míos.
Conocí la culpa, la sensación de estar perdida, la herida
genuina apareció en mi, esa que nos atraviesa el estomago, y nos recuerda la
fragilidad de nuestro tiempo y nuestra vida. Y aunque a veces sienta que lo he trascendido, el latido de la herida sigue ahí, sigue aquí, dentro de mi.
Hoy comprendí que hay animales salvajes corriendo a lado de hombres bobos,
que no logran percibirlos por mirar su móvil, y así, siempre así. Una melodía
cruza todas las distancias, pero en la ventana del cuerpo alguien cierra alma, y se abre el ruido como una sombra que lo abarca todo.
Una mujer se pone su armadura y se abandona a la respuesta del espejo.
Olvidamos nuestra piel cuando buscamos vernos desde la mirada de otro.
Olvidamos nuestra piel cuando buscamos vernos desde la mirada de otro.
El perfume nos invade desde el verde, basta mirar por la
ventana, ejercitar los ojos, buscar mas allá de los lugares comunes, donde los
lugares se vuelven milagrosos.
Pero no podemos, no queremos, no sabemos.
Somos rígidos como la piedra, capaces de rompernos al mas
simple toque.
la música esta muriendo.
La luz esta muriendo.
El perfume se intoxica.
el alma llora.
Y aunque todo parezca perdido, uno sale al trabajo, uno
sale al día, nos arriesgamos a la vida, nuevamente, a que la rutina nos golpee, a que el mundo nos lastime. Pero mas allá de nuestra humanidad el paisaje respira, y transmite alivio.
Los arboles a pesar de nuestra fragilidad, nos
contemplan, nos renuevan, nos guían. Siempre están ahí, en el melodioso
silencio de las horas, de los días, jugando en el aire, convirtiendo su
espíritu en ave, su raíz en río, fluyendo y fluyendo por los siglos.
Comprendí, que el puente natural entre mi espíritu y mi
cuerpo, se encuentra en la contemplación natural de las cosas mas simples,
aquello que siempre ha permanecido, como algo ordinario, cotidiano, hasta
insignificante. El sonido en la cocina, el vidrio empañado por la luvia, la
sombra de los arboles jugando con mis pasos mientras camino.
De todas formas soy una simple mujer domesticada por mandatos sociales, y para ser libre de mi tengo que ser libre del propio tiempo, del propio cuerpo, y de toda expectativa que atraviese mi mente respecto del mundo.
Entonces fracaso en mis intentos desesperados de ser sin serlo, de habitar no habitando, de estar sin estarlo, de ser parte y no sentirme parte de nada en absoluto, ni de tiempo, ni de lo que otros llaman vivir la vida, lamento quizás a veces no ser parte de lo que los otros habitan.
El cuerpo se me hace un nudo, las palabras se escapan de
mi boca, el tiempo se filtra en mis heridas, soy una absurda criatura de la
repetición sin sentido, ahogándome en la monotonía de los días.
Pierdo la fe, entonces la busco en los paisajes equivocados, inevitablemente fracaso, luego siento como el corazón se envuelve, se
contrae, se hace mineral, rígido, inalterable, inalcanzable, incomprensible criatura herida, comprendo la
ironía. De todo esto trata la vida.
Como un ave que ha vivido la jaula al encontrar libertad no se volar, al primer intento me vuelvo presa del mismo
aire, me dejo embriagar por el perfume de una selva muy lejana, y en mi afán por alcanzarla lastimo mis alas chocando contra espejismos.
La palabra es un enredo, el cuerpo se vuelve nudo, la energía no fluye. La palabra es un enredo y aun no comprendo de dónde viene ni a dónde va, simplemente la voy hilando, y en ella me tejo y me destejo, siento como el corazón sigue intentando librarse del enredo, pero lleva atravesado cada uno de los hilos.
Me ha gustado la experiencia de leer en flujo de conciencia, como parece que se escribió, sin saber que al final sería el lenguaje que unificaría este retrato de sensaciones y conflictos. La poesía muchas veces sorprende.
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