Los lagos en mi barrio son simples claros de luz en medio de una selva. En los lagos te refrescas de la noche y te pones al resguardo de los monstruos.
Cuando oscurece todos aúllan. Los perros, los hombres, los bobos.
Después de robar, los fulanitos encienden un fuego. Huele a plástico quemado, farmacia y desesperanza.
Una vaca inicia la ronda para ignorarlo todo, o para cobrar por su mirada boba. Su sirena se confunde con los aullidos y otros espasmos de la noche. La música es un metal desafinado, repetido como una gotera, molesto como mil pulgas mordiéndote las orejas.
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