Muchos días de ausencia estúpida esperando.
No quiero que te conviertas en el monstruo que dirige mis necedades hasta tu boca.
No quiero que calles mi silencio de huida, sobre tu piel corrompida por las horas.
Me canse de la espera, mis ojos están cansados.
Mis argumentos se tuercen sobre paginas que leen los extraños.
Sabes que todo esto es por extrañarte, que me subo al lomo de mi locura y recorro el ciclo de olvidarnos.
Sobre todas las formas de despedida, y sobre todas la forma de alejarme.
Busco mas que simples conjuros mágicos.
No me alcanzan los rituales, no me alcanzan los jardines.
No se como termina esta ceremonia, sin tu canción final, premonitoria.
Los sonidos de los pasos solos, sobre las hojas secas, son mi compañía.
La textura de la corteza del árbol de las despedidas me invita a perderme entre sus lineas.
Me voy perdiendo sobre las formas de esta naturaleza antigua.
Si hay dolor.
Hay un dolor danzante, y pesado.
La liviandad del espíritu herido, y el peso de la decepción.
La angustia es otra bestia que ronronea sobre mi pecho, que escarba dentro de mi cuerpo, dentro de la caja de mis secretos.
Los suspiros están secos, mudos, no hay mas aspiración.
Mis pulmones no reciben el aire después del aire que me dio tu voz.
La bestia ronronea y crece, mi esternón oprime el músculo interior, las costillas se inflaman por desprenderse, pero se que solo es otra forma del dolor.
Mi frente sostiene la incógnita de toda mi existencia lejos de la existencia que me da valor.
Siempre necesito, la necesidad de responder a los llamados que me devoran las entrañas en la misma canción, el resonar de aquellos ecos mientras me despedia.
Tu espalda junto a la mía marcando el rumbo de los pasos que jamas nos encuentran, el primer paso así mi, me separa de vos.
Es de noche, la luz es necesaria.
Dentro de mi cueva, un ángel muerto me observa.
Lamo sus heridas, pero no despierta.
Muerdo sus mejillas, pero no despierta.
Sobre el árbol que es azul y que no vemos,
me observa un niño sin ojos,
sin manos que sostengan sus dedos.
sobre sus alas de niño dormido,
cae pesado el último sonido
que al romperse el cielo
pronuncio el silencio.
Dentro de mi cueva, un ángel muerto me observa.
Lamo sus heridas, pero no despierta.
Muerdo sus mejillas, pero no despierta.
Sobre el árbol que es azul y que no vemos,
me observa un niño sin ojos,
sin manos que sostengan sus dedos.
sobre sus alas de niño dormido,
cae pesado el último sonido
que al romperse el cielo
pronuncio el silencio.
Doler desangrado
ResponderEliminarengendra a la bestia despues y despues del cálido lamento al que le temo y le temo tanto.
pero quizás,
total nace del alma
Fue un gusto.
Realmente muy bueno, pocas veces encuentro algo tan bien escrito... Es un gusto
ResponderEliminarUn abrazo
andrés
muchas gracias.
ResponderEliminarsaludos!!!