Todos somos monstruos de nosotros mismos.
Me he sumergido en mi interior, allí donde los peces de mis sueños son de ambar cristalino.
He aprendido a ser correcta con todos, y a insultarme a mi misma a escondidas.
Sé muchas formas de suicidio y ninguna de ellas requiere quitarme la vida física.
Soy como el caminante de la sombra que arrastra los pies y su rutina.
Llevo días guardando respetuoso silencio
Aguardando que el ángel de la memoria, me recuerde quien he sido.
Apenas conservo mi nombre de aquel otro tiempo, mi cuerpo no es mi cuerpo, mi mente no es mía.
Hay un pequeño lugar dentro de nosotros, en un rincón se alza el árbol maravilloso de la vida.
En el otro extremo, un montón de madera encendida.
No es complejo saber que es correcto a cada paso, la fuerza de voluntad es la que se esconde en la decoración del palacio que hemos construido.
Llevo días guardando respetuoso silencio
Aguardando que el ángel de la memoria te recuerde quien has sido.
Apenas si conservas el nombre de aquel otro tiempo, tu cuerpo no es tu cuerpo, tu mente no es tuya.
A veces la sensación de la mala soledad, no me permite ser solitaria ni convertirme en el ermitaño que todos prefieren que sea, mientras en el exterior sonrío.
El lago se espeja y muestra lo que todos los relojes del mundo. Es tiempo de la eterna noche, que solo dura una noche como cualquier otra. Cuando amanezca, habrá muchas nubes, sentiremos un poco de temor… luego despuntara el día. El perfume se hará vapor y luz desde los paisajes verdes y amarillos. La madera encendida dará calor al hogar. El árbol de la vida le dará un sitio al que mirar el resto de los días.
Me hago luz a veces cuando estoy a gusto conmigo misma. Me hago sombra, sombra de mi, huella perdida... Cuando no comprendo en que me he convertido.