A veces tenemos tantos problemas en la cabeza y en nuestro mundo cotidiano, que nos perdemos de lo importante, o de lo simple, o de lo bello. Vamos buscando lo perfecto, como los que persiguen estrellas en medio de un mar o de un desierto, y es muy probable que terminemos secos o ahogados, o sumergidos en nosotros mismos por completo. Nadie tiene la fórmula perfecta. Algunos encontraron el mejor camino para su espíritu en lugares, paisajes, o rituales que logran desenchufarlos del mundo y de ellos mismos. Pero la más importante no es desprenderse de la maquina, lo más importante es encontrar la grieta en el sistema por la cual podamos salir al cielo con libertad todos los días, y desde esa grieta tirar, tirar con fuerza, contagiar a otros a que se filtren en el cielo, mostrarles las luces y los colores de ese lugar. Hay quienes mochila al hombro salen al camino, hay quienes humo de por medio salen al cielo…. Pero cómo pueden aquellos llevar sus experiencias a la maquina? Como transmiten lo que sintieron a través de todos los sentidos y que se vive solo con en el espíritu. Hay muchos cielos en miles de lugares distintos del planeta. En el lugar que todos habitamos en este mismo instante hay un cielo inmenso. Esto no es autoayuda barata, ni metafísica moderna, esto solo se trata de despertar a la libertad de sentirse bien y en paz por una vez en la vida, aunque solo suceda un instante, aunque solo te suceda si haces un largo viaje. Y muchos creen que recorren distancias infinitas para encontrarse, lo único que hacen es cambiar el enfoque, darle a los ojos, y a todos los sentidos un alimento diferente. Se desintoxican de ellos mismos, de lo que creen son ellos mismos. Empiezan a ver otros rostros, a oír otras voces. Encuentran que los arboles son hermosos, que las montañas son inmensas y que ellos son pequeños, algunos son además pequeños y feos. Pero la sensación de pertenecer a eso tan maravilloso hace que despierten. Nace la fisura, se rompe un poco el ego.
Ella no entiende de maquinas, o sistemas. Las piedras, las montañas y la tierra son parte de su paisaje. El cielo es parte de ella misma. El color y la vida son su lugar. Se levanta muy temprano, probablemente ella sea quien tira del sol para que amanezca, sus ojos están cansados, pero están cansados de ver nada más. Espera la muerte como todos para descansar. Sabe historias, muchas, las de todos, las de vos mismo si te la encuentras. Probablemente no sea muy simpática, si te encuentra y la miras te hará gestos de disgusto, como si tu solo presencia fuese algo contaminante frente a ella. Pero a pesar de todo eso, te puede escuchar, y saber quién sos en verdad. Porque sabe que sos un espíritu igual a ella, que ha nacido en tierra como un simple hombre, o mujer como jamás hubieras creído que fueras. Nada más. Y así te quedas, meditativo, sumergido en posibles historias que la hayan llevado a esa profundidad espiritual, cuando en realidad solo hay que caminar sus lugares, compartir sus costumbres, comprender sus creencias. Quizás participar de sus ceremonias, y descubrir nuevamente que no hay nombres, ni caminos, solo vivencias, y cielos nuevos y que el único modo de compartirlos, es invitando al resto a que salgan a buscar sus caminos, y se encuentren con ella, o con cualquier otro ser que la represente y quiebre su cotidianeidad recordándoles los simple. Regañándolos por su vida de tristeza, abriéndoles al interior de lo simple, el lugar donde habita su libertad.
Uno a veces tiene la suerte de recontarse con los hermanos del alma. Así fue que apareció Piter en mi vida, él y su arte, él y su mirada. Hoy comparto con él esta forma de vida. Solo pase por sus imágenes y deje mis palabras.
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