He pasado varios días encerrada, sumergida en mis silencios y tormentas. Evaluando. No sé de qué va este tiempo, ni que energía lo mueve. Apenas si distingo las variaciones del clima y del viento. En mis paisajes los arboles hablan con las nubes, las hojas se suicidan en una danza que se parece a la lluvia pero es gris o verde, o dorada y seca. A todos nos recibe la tierra, sin importar que hayamos hecho por ella. A todos nos recibe la tierra. En mi silencio descubrí que sin evitarlo me sumergía en antiguas heridas. Experimentaba la sensación del dolor en el tiempo. La superficie de mi es el mar tranquilo, porque vivo en el mundo al revés mientras en mi interior se desatan como globos a la superficie de mi mente todos mis miedos. Busque en mis pies todas las huellas del camino, la piel luce un poco mas gastada, mis manos entre ellos parecen aves delgadas y frías.
He pasado varios días encerrada. Descubrí que tratando de soltarnos pasamos la vida, observando las paredes, temiendo a las distancias. Lo natural se apaga, la luz artificial nos envía señales del otro mundo, ese que habitamos piel afuera.
Hoy una vez más, te espere, estar en silencio es esperar tu llegada. Ver el paisaje, oler la lluvia que aun no pisa la superficie de la tierra. Y los arboles, y sus rumores de hojas en el aire, y los cielos y sus paisajes de algodón, y la rutina y su música artificial, todo es un preludio de un hombre sol, así como eres.
Te sueño, te imagino, trato de alcanzarte respirando y entregándome a la brisa, pero siempre estas más lejos. Siempre vas a un ritmo distinto, latiendo como lo hace la tierra, pero en otra dirección.
A veces los peces que construye mi imaginación, me cuentan sobre el cielo de tu espejo, sobre el ángel de tu sueño, a veces las aves que te descubren guardan silencio y observan junto a mí en la misma dirección.
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