En silencio.
Con los ojos presos del horizonte.
El día levanta los brazos.
En cada extremo de esa línea.
Un punto de fuego.
Y otro de hielo.
La muerte y la vida.
Los cuentos que deje sin terminar.
Me observan detrás de las distancias.
Algunos están a punto de desaparecer.
Otros, tomados de los espejismos de sus formas.
Intentan aun ser.
Me atrae la forma de luz en la penumbra.
No molesta mis pupilas lastimadas de escritura en ruinas.
La noche me dejo un dolor de fuego.
Sobre el amor y otras tonterías.
Oír cantar un duende, con mirada de grillo.
Revive y aniquila con el mismo filo.
Con la misma sonrisa.
Mirada de agua, la voz de los sueños.
Acaricia mis hombros.
Una sonrisa cómplice del destino.
Me recordó quien era mientras te observo.
Perderé nuevamente la memoria mientras me alejo.
Ya deje mis dudas en un frasco
Con monedas viejas, botones, caracoles y piedras.
Hoy me duele un dolor.
Un dolor de martillos y clavos.
Dolor de hierro de acero.
Dolor de cemento.
Dolor de barro y semilla.
Dolor de árbol inmenso.
Dolor de sombras y hojas.
Dolor de dolor.
Pero todo pasa, pasa el dolor, como un tren que viaja lento.
Se lo oye venir, desde lejos la tierra se estremece.
Las vías denuncian la soledad.
El viento juega a ser viento.
Y ayuda a volar los papeles sueltos de mis sueños.
El tren se va.
Tú te vas o te fuiste.
O nunca acabaste de llegar.
La música abraza eso lugares en lo que no hay mas cuerpo.
El espíritu, de los sueños.
La luz del ser.
La tibieza de la energía en todos mis versos.
Solo una especie de llama después del hielo.
Dolor de hierro, de barro.
HOLA
ResponderEliminarY sin hablar del dolor de los angeles que se esconden detras de la puerta y que ya no caminan, todos son de las manos del viento....
precioso, precioso esto que escribes
un abrazo
starosta
(un producto de tu imaginacion)