martes, 4 de mayo de 2010

Despertamos.






Circulaba las manos, una a otra, en un pequeño circulo.

De vez en vez las frotaba, sus ojos reposaban en ese juego de amasar energía.

No pasaron muchos minutos, o quizás pasaron muchas vidas.

A veces acercaba ese círculo de movimientos a sus labios y soplaba de su aire sobre los dedos.

Una vez, dos veces, tres veces, sin detener el círculo.

Sobre la piel casi anestesiada. Toda la energía.

La piel era áspera, dura, oscura en la cara externa de las manos.

Muy clara en las palmas.

Las líneas marcadas y profundas.

El círculo no se detenía.

Las manos giraban desde el exterior con movimientos envolventes, al interior del círculo.

Primero se estrechaban fuertes, con fuerza, la piel se movía flexible.

Luego más distante, hasta que solo daba forma a la esfera.

La energía invisible que se concentra en ese núcleo de movimientos.

Emanaba un color rojizo profundo.

En la distancia era como un humo de color sangre.

De cerca era mas amarillo. Y con pequeñas llamas blancas.

El torso parecía cubrir las manos.

Los brazos parecían abrazar lo invisible, contener otro cuerpo.

Era un buen arco de brazos.

Era una buena esfera de energía.

Los ojos parecían cerrados.

Pero estaban levemente abiertos.

Como si una luz muy fuerte que solo esos ojo s pueden ver.

Se desprendieran de esas manos.

El horizonte estaba mudo, y quieto.

El cielo expectante.

El cielo estaba muy cerca de esas manos.

Parecía decender atraído por los movimientos de la esfera.

Algo en el interior de las manos cobro temperatura.

El rostro aun estaba quieto, con un gesto de relajación.

De esperanza.

De anticipada alegría.

Aunque nada suceda.

La concentración el movimiento.

El color.

La temperatura.

Le daban ese rostro de paz infinita.


La esfera estaba lista.

El movimiento no se detuvo.

Solamente las manos se alejaron poco a poco.

Y la esfera crecía conforme las manos tomaban distancia.

Al fin los brazos abiertos, a cada lado.

La esfera inmensa.

Aun girando.


Suspiro sobre la esfera, susurro.

La esfera se elevo.

Poco a poco.

Y crecía a medida que se alejaba.

Se expandía.

Su luz era cada vez mas clara.

En lo alto.

Muy alto.

Era inmensa.

Inmensa y blanca.

Y aun se movía, y su rotación era tan rápida.

Que se oía una especie de zumbido en el aire.

Las hojas de los árboles desprendían un aroma más dulce que el que despiden tocadas por el viento.

Esta vez las besaba otro aire.


Cuando la espera estuvo lista.

El anciano.

Junto de un golpe sus manos.

Por un instante todo se detuvo.

La esfera estallo.

Solo se vio la luz esparciéndose sobre la tierra.

Así despertamos.

Cuando cada uno de esos brillos toca nuestros cuerpos.

Nuestro espíritu emerge.

Y parpadeamos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si de verdad me leyeras, si de verdad comprendieras la esencia de mi ser... sabrías que estoy aprendiendo que hay palabras que no se deben decir... hay momentos en que se debe guardar el corazón en su cajita de perfumes hasta el próximo invierno. Son como esas cosas del cuidado de las plantas y del jardín que nos ayudan a mantener la fe en nuestros sentimientos.
Si mi espíritu no ha podido florecer aún en esta tierra, lo mudare de este cielo a cielos nuevos. A un lugar donde las nubes no sean de tormentas o silencios.

Hay muchos libros de silencios y hay muchos libros de sueños que aguardan en los estantes, quizás es hora de que los lea, o que los beba como el néctar que me ayude a sanar de tanta mala suerte en mi corazón y en mis ideas.

Mi alma espera en los arboles, algún día la encontraras. Pero si la recuerdas, dile de esas palabras mágicas y veras como se acerca.