De mi torpeza son estas heridas.
Realmente no son mías.
Tampoco es mío el vientre en el que descansas.
Ni mía es la boca en la que hundes tus gemidos.
No son míos estos dolores.
Alguien los dejo en mi puerta abandonados.
Son dolores buenos.
Saben realizar tareas sencillas.
Lavar ropa, hacer compras en el mercado.
Barrer el patio.
Saludar atentamente a los vecinos.
Pero no son míos estos dolores.
Alguien alguna vez los ha dejado.
Como dejaron este pájaro
Suelto y volando, por la habitación de mis fracasos.
Vuela y grita, y aletea su oscuridad en cada aleto triste.
En cada aleto amargo.
Y no son mías las hormigas del jardín.
Esas que en caravana lenta se comieron los rosales.
Y no son míos los gusanos de los duraznos.
Ni los escarabajos.
Ni las arañas de los rincones olvidados.
Todo es de la sombra que me mira sin ver.
Que me respira su hielo su hiel, con forma de suspiro ahogado.
Todo es de la sombra que van formando mis años.
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