Veo los cristales rotos.
El lago se volcó en mis ojos, y en tus ojos.
Y los peces vuelan desesperados de humedad y sequía.
Una nube que se miraba en el reflejo de nuestras heridas.
Comenzó a temerle a las alturas.
Y se convirtió en tortuga de mar.
Pero también le teme a la profundidad.
Y ya no puede nadar.
Cuanto mal hacen los espejos de las heridas
A las criaturas del reino de los sueños.
Que pierden la magia por el dolor de mirarse en nuestros reflejos.
No quiero revelarte más secretos.
El lado oscuro, tiene todo lo que imaginas y más.
Pero no lo miremos.
No lo escuchemos.
Si alguna vez tienes que elegir entre una cueva y un valle.
Elije el aire.
Y empieza a volar.
No te ates al suelo.
Ni al cielo, ni al mar.
Aprende la naturaleza del día y la noche.
Cuando más brilla, se va.
Cuando mas oscura, se va.
Y completa su ciclo.
Su círculo, su esfera.
Aprende a olvidar.
Para recordar.
Veo los cristales rotos.
Algunos cayeron por mis palabras.
Otros por tus silencios.
Veo los cristales, pero no necesito verlos.
Los siento en mi cuerpo.
Cuanta magia flota en nuestros centros.
Cuanta magia como aves de colores y brillos desconocidos.
Aun para hadas y duendes.
Cuanta magia en los rincones del alma.
Nos espera.
Mira tu camino.
Miro mi camino.
Las líneas paralelas, no se pueden cruzar.
Talvez si elegimos la forma de un círculo.
En otra vida, en otro tiempo.
Quizás la eternidad dure lo que dura un sueño.
Aun no puedo despertar.
Aun me dueles, como duelen los inviernos a los veranos.
Como duele la muerte a la vida.
Como duele la mañana al campo en un despertar de luces y lloviznas.
Duele respirar.
Elevar el pulmón, sentir la ubicación del daño.
Un poco abajo del esternón.
Al costado de la rutina, al lado del fracaso.
Como duelen los besos a los labios.
Como duelen las caricias a las manos.
Como duele la sombra al árbol.
Y la rama a la ventana en orquesta de ruidos de fantasmas.
Aun no puedo despertar.
Parpadeo pero… dormida.
Respondo a los gestos cotidianos.
Camino, saludo, trabajo.
Regreso a mi casa a alguna casa.
Me abrigo de algo o de alguien.
Y descanso.
Pero no descanso.
Mi cuerpo vive la muerte del día.
Y la muerte de la noche.
Y la ausencia de luz.
Y la ausencia de la lluvia.
Y mi espíritu se subió tan alto de aquel árbol.
Que ahora no se anima a decender, por miedo a la profundidad de mi abrazo.
elijo el aire y le exigo que sople fuerte para que barra los cristales y, sin recogerlos, los redistribuya por la esfera terrestre, así no se verán tan envalentonados estando tan juntos...
ResponderEliminaratt: anónimo de jabón azul (que no es el otro anónimo)
jajajaja, tambien me doy cuenta cuando es usted, y no el otro, fue muy extraño que ese pasara por aqui.
ResponderEliminarUn besote de jabón azul :)